Córdoba, Portada

Capuchinos vuelve a inundarse, otro Viernes de Dolores, de la infinita devoción de Córdoba

Un sol radiante, propio de la primavera, despertaba hoy a la Córdoba cofrade. Un ir y venir de personas en los alrededores de la Plaza de Capuchinos anunciaba que había llegado el Viernes de Dolores. La plaza que guarda los más profundos de los sueños de la ciudad es testigo de la devoción de los cordobeses a la Virgen de los Dolores ante la que los cordobeses acuden cada año para postrarse en señal de agradecimiento. Una marea de corazones, ávidos de amor, contemplan a la Señora más majestuosa que nunca.

En la plaza, hasta las palomas revolotean nerviosas ante la presencia humana que cada vez es más numerosa. Largas colas se entremezclan entre San Jacinto y el Santo Ángel. Corrillos de personas, algunas incluso llegadas de lejos que cada año se dan cita en la plaza, donde los temas de actualidad centran la conversación. La escalinata del convento nos lleva a contemplar la Paz más pura. La Esperanza más humana. Una mirada basta para comprender que Ella, como Madre, sufre. Nosotros, como hijos, pedimos perdón por fallar, pero a la vez damos gracias por todos los dones concedidos en este año tan complica para todos.

La Señora de la Paz y Esperanza sale al encuentro de Córdoba para transmitirnos serenidad. Calma. Paciencia. Sale a nuestro encuentro para pedirnos humildad. Humildad en nuestro quehacer diario. Paciencia para soportar la cruz de la vida. En la casa de enfrente Ella, emperatriz cordobesa, que nos anuncia que de nuevo estamos ante una nueva Semana Santa. Una semana en la que debemos reflexionar sobre como, por nuestra ambición humana, nos alejamos más de Dios.