Sevilla

El Duelo

Todos consuelan a la Reina del dolor y el lamento, tomando su mano, ofreciéndose como pañuelo y abrazándola con dulzura. Y Ella inunda al mundo entero con sus lágrimas. Su corazón
casi naufraga en un océano de pesadumbre y su barco parece carecer de rumbo…
pero en verdad, existe un destino para el timón de su navío. 



De repente, en el
cielo del horizonte se comienza a vislumbrar un rayo de sol entre la negrura de
la tormenta, y entonces se produce la conversión… y María,
que era hace un instante pasajera a la deriva en mitad de la tempestad, se ha
transmutado en capitana del velero, en marinera de esperanza, en ancla para la
humanidad y otra vez en luchadora. Y seca su llanto en su manto de estrellas,
para atisbar una pequeña sonrisa mientras nos habla de Él, de su mensaje, de su
promesa, del tercer día. Y
 Ella, la que vinimos a consolar, se erige en
consoladora del universo para empezar a devolvernos la Fe…

Me consuela la locura
que ha sumido mis desvelos
con su pésame la luna
y sus lágrimas el Cielo,
no puedo darle clausura,
como quieren mis anhelos,
al Dolor que me tortura
como un punzón rompe el hielo.
Y lágrimas no me quedan,
ni recelo a la ceguera
que causó tanto tormento.
Es la Fe mi compañera
para asir mi abatimiento.
Guillermo Rodrúguez

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