Cuando la belleza de un dolor se plasma entre notas musicales

El amor a Dios puede verse en cualquier motivo que emane belleza a simple vista o examinando tranquilamente en el silencio maravilloso que nos brinda una buena pieza musical. Siempre mantendré la opinión de que en una obra de arte se posan sentimientos. Hay veces que se sienten en un segundo, otras muchas veces te invaden sin saber porque.

En el día de ayer, el amor de Dios manó a raudales en una pieza musical de las que marcan un antes y un después. Sonó en San Agustín, reposó a los pies del Señor de las Angustias y fue creada para honor de todos los presentes por un Javier Palos que hace arte todo lo que toca.

Marchas como “Al Señor de Córdoba” o “Humilde Coronado” se ven acompañadas en esta ocasión por “La belleza de un dolor”, una pieza dedicada al grupo escultórico de Juan de Mesa que desde ayer tiene lo que le falta -si es que le faltaba algo-, y no es ni más ni menos que una oración, un grito desgarrador de que en el sufrimiento de Jesús y su Santa Madre hay realmente una belleza dolorosa que pocos saben explicar con palabras y que el Sr. Palos plasmó en un pentagrama.

Los que en algún momento hemos tenido el honor y el placer de estar momentos al lado de Javier Palos, no sólo destacamos su amabilidad y su amor por ese Cristo Coronado de Espinas, sino que resaltamos la figura de una artista, de un músico que desde su humildad, crea composiciones al alcance de muy pocos. Un talento sereno que pone su alma en las notas que escribe.

La Banda de Coronación de Espinas de Córdoba, consolidada desde hace muchos años, recorre su camino con seriedad y con componentes que con una fidelidad pasmosa y digna de admiración, vuelcan su dedicación y su amor año tras año con todas esas Cofradías que de manera inteligente confían en sus sones para recrear un atmósfera perfecta en lo que es un momento único por las calles que buscan la Fe en la verdad que se mezcla con el humo del incienso y las llamas de las velas.