Uno de los acontecimientos cofrades más importantes de la década ha sido, sin duda, la Magna celebrada en Málaga capital con motivo del centenario de la Agrupación de Cofradías, que ha puesto en la calle a dieciséis hermandades y sus respectivos tronos, citando a gran cantidad de cofrades en la Capital de la Costa del Sol. Todo ello tras la desoladora época de la pandemia, algo que parece que comenzamos a superar por fortuna. Por ello, desde este portal nos hemos propuesto rescatar momentos de especial relevancia y belleza plástica -por un motivo u otro- a través de vídeos, haciendo una sección específica para ello. Sin ánimo de extendernos en demasía, se trata de ofrecer pinceladas de las maravillas que nos dejó la Magna malagueña.
Muchas tallas de gran valía artística procesionaban en la procesión Magna de la capital. Entre ellas, un imponente crucificado que salía desde la Parroquia de San Pablo, el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor. Una excelente obra de Luis Álvarez Duarte que deleita a la Málaga cofrade cada Domingo de Ramos presidiendo su majestuoso trono procesional.
En la curva entre San Agustín y Duque de la Victoria se vivían momentos de emoción, elegancia y una irradiante belleza plástica. La Agrupación Musical de la Vera-Cruz de Campillos demostraba una vez más que no hacen falta ni una elevadísima cantidad de músicos ni marchas con solos interminables para brindar el contrapunto acústico perfecto tras un trono. Lo mismo se puede decir de los hombres de tronos, quienes supieron medir los tiempos a la perfección para, desde la elegancia, mecer al crucificado con gran mimo por este enclave al son de las marchas procesionales que sonaron brillantemente durante todo el recorrido.
En la mencionada curva, sonaba “Resucitó“, con unos arreglos que va en armonía con la dulzura que muestra en su rostro el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor. Posteriormente, tras golpe de aro, se hacía escuchar la marcha “Jesús Sacramentado“. Una obra sobrecogedora de Antonio Jesús López Escalante, que vino a ser la guinda para el deleite de los sentidos, toda vez que la noche venía a ser el cobijo perfecto para la tenue iluminación de las calles y la de los candelabros del trono, mientras los cargadores realizaban con maestría la curva, para posteriormente adentrarse en la calle mientras la marcha ofrecía sus últimos compases.
El imponente crucificado de San Pablo no pasó desapercibido en la Magna, amén de la mesura, elegancia y buen hacer que volvió a demostrar, como cada Domingo de Ramos. El color musical que ofreció la Vera-Cruz de Campillos vino a ser, una vez más, el ideal para una jornada que será recordada durante años, mostrando una vez más que estamos ante una formación musical plenamente contrastada. Se repitió, así, el abrazo desde la cruz que el Cristo de la Esperanza en su Gran Amor da a los cofrades malagueños cada vez que sale a las calles desde su Iglesia de San Pablo.