Cádiz vivió una jornada tremendamente histórica el pasado 17 de septiembre con motivo de la procesión Magna celebrada en la ciudad por el 300 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Catedral de Cádiz. La ciudad puso su nombre a la altura que merece en el olimpo de las Semanas Santas de Andalucía, con una imaginería excepcional, un personalísimo estilo de carga y de andar, y unos enclaves por los que transitan las hermandades, que convierten cualquier chicotá en un auténtico sueño hecho realidad. Por ello, nos proponemos desde este portal rescatar algunos momentos vividos en la antigua Gades en tan importante acontecimiento, que bien podría ser un punto de inflexión en lo que se refiere al prestigio y repercusión de su Semana Santa.
La presencia de uno de los grandes Crucificados de la Semana Santa gaditana no pasó desapercibida durante el transcurso de la procesión magna. El Crucificado de la Misericordia, una de las obras cumbres de Francisco Buiza, regresaba a las calles de la tacita de plata ante un público entregado y a los sones de uno de los mejores exponentes musicales de la música cofrade, la Banda de Cornetas y Tambores de Nuestra Señora del Rosario de Cádiz. La dulce tez del Crucificado de la Misericordia prendió los corazones de los presentes en cada rincón de la ciudad milenario, a lo largo de un extenso caminar que lo llevaría de vuelta su Parroquia.
Ligada a su barrio de la Viña, la Hermandad de la Palma regresaba a su barrio entre vítores y aplausos entre un público entregado a los sones de piezas musicales tales como “El Verbo”, obra del malagueño Sergio Pastor, “El Alma de un Maestro”, marcha dedicada al malogrado escultor sevillano Luis Álvarez Duarte y nacida de las manos de José María Sánchez Martín o las obras maestras del desaparecido Sergio Larrinaga, “El Amor” y “En el Cielo de tu Gloria”. Composiciones propias de una formación musical que se vació en su tierra en una tarde-noche para el recuerdo.