En un calendario copado de salidas extraordinarias la que tuvo lugar en Jerez marcó la diferencia por varios motivos. Quizá el más llamativo tenga que ver con la recuperación de una estética que evocaba tiempos pretéritos y que despertó el aplauso unánime de los cofrades. El Señor, que iba en el antiguo paso en el que procesionó hace un siglo, se encontró con su barrio tras asomar por las puertas de la Parroquia de Santiago. El cortejo, que había comenzado a salir minutos antes se encontró ya con una plaza abarrotada.
Si el paso fue cedido por la Hermandad del Dulce Nombre de la vecina localidad de Arcos la Frontera, el palio que cobijó a la dolorosa fue prestado por la corporación de la Sagrada Cena de Jerez, perteneciendo con anterioridad a la sevillana Hermandad de las Penas de San Vicente. Además, Nuestra Señora del Desamparo lució en manto de la Virgen de las Angustias de los Gitanos, conocido como “el de la duquesa”, donado por la casa ducal de Alba. Pero las reminiscencias a antaño no quedaban circunscritas solo al paso y el palio de la dolorosa, sino que fue cuidado hasta el mínimo detalle. Por ejemplo, el exorno floral rememoraba épocas pasadas. Mientras que el paso de misterio llevaba clavel rojo, en el palio sobresalían las rosas blancas.
El cortejo discurrió por calles del barrio, como Calle Merced, Plaza de Santiago, Plaza de San Juan, Calle Compañía o Plaza Tornería, entre otras. El acompañamiento musical del primero de los pasos llegó desde Granada, con la Banda de Cornetas y Tambores del Gran Poder. Por su parte, la Banda de Música del Nazareno de Rota hizo lo propio tras el palio. Más de cuatrocientos hermanos para una procesión que superó las cinco horas de duración estando acompañada en todo momento por devotos y cofrades llegados desde principalmente distintos puntos de Andalucía. Abundaba el público proveniente desde zonas cercanas como Cádiz, Sevilla o Huelva, habiendo también gente llegada desde Málaga, Granada u otras zonas más alejadas como Córdoba o Jaén.
En el cortejo también se encontraban representaciones no solo de la misma feligresía, como la Sacramental de Santiago, la Buena Muerte, el Transporte o la Piedad, sino también de zonas como Sevilla, con los Gitanos o los Panaderos, de Cádiz, con el Prendimiento. Entre los momentos vividos, el entrañable gesto de la Hermandad del Cristo del Amor que dispuso a la dolorosa de los Remedios en la puerta principal de la capilla, erigiendo un altar efímero que fue utilizado recientemente por el Rosario de Bornos el pasado Corpus, para recibir a los titulares del Prendimiento, —también hizo lo propio la Soledad— o el estreno de una nueva marcha, “Tras tu Manto, Desamparo”, compuesta para la ocasión. Sorprendió la llegada del primero de los pasos a la Victoria, donde los acordes de un piano interpretaron la plegaria al Señor del Prendimiento, y volvió el sabor antiguo en la Calle Ancha, de camino al templo con saetas cantadas por los vecinos como telón de fondo.