Este lunes ha sido desvelado en el convento del Santo Ángel el espectacular cartel realizado por Jesús Zurita para anunciar el próximo Vía Crucis del Santísimo Cristo de los Desamparados. Una impresionante obra cargada de simbología, como es habitual en la obra de Zurita, que ha sido recibido con gran satisfacción entre los muchos fieles del imponente crucificado hispalense.
“En el cartel, la herida del costado es la fuente de la vida eterna de la que brotan las flores y los frutos de la pasión y también la vía por la que transita el Cristo que desciende al infierno de los muertos para romper las cadenas de la muerte y abrir las puertas de la vida eterna, que para ser considerada paradisíaca ha de serlo contigo”, ha explicado el artista.
La obra representa el pasaje del descenso de Cristo a los infiernos y la relación que de este suceso podemos hacer con el carisma carmelita que impregna a esta asociación de fieles y con el ejercicio público del Vía+Crucis que se realizará, D.m. el próximo 2 de abril, ha afirmado Zurita que ha explicado que tras morir clavado en la cruz, Cristo descendió al « infierno » transformando las tinieblas en luz. Al sacrificarse Cristo fue “al infierno”, cuya esencia era justamente la privación delamor, la separación de Dios y de los hombres. Pero allí donde llega el `infierno` deja de ser infierno, puesto que él mismo es la vida y el amor, puesto que él es el puente que une al hombre y a Dios y, por eso mismo, también a los hombres entre ellos. Así, el descenso es al mismo tiempo también transformación, pues ya no existe la última soledad.
Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero descendió como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido.
Quiere visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Él, que es la mismo tiempo Dios e Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a Adán y a Eva […] Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu Hijo. A ti te mando: Despierta, tú que duermes, pues no te creé para que permanezcas cautivo en el abismo; levántate de entre los muertos, pues yo soy la vida de los muertos»
Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muerte (cf. Mt 12, 40; Rm 10, 7; Ef 4, 9) para “que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan” (Jn 5, 25). Jesús, “el Príncipe de la vida” (Hch 3, 15) aniquiló “mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud “(Hb 2, 14-15).
Encontrarnos con la muerte de Cristo, caminar junto a Él por la calle de la amargura cada Semana Santa es una forma de ver reflejada en el espejo de la sangre y el agua de su costado nuestra propia muerte, pero también nuestra firme esperanza en la resurrección y en la vida eterna, por ello del costado de Cristo manan, junto con la sangre y el agua, las semillas que florecen en los frutos de su pasión que nos alimentan.
No podía ser de otra manera en este año, en el que después de tanta muerte y tanta desolación recuperamos nuestras celebraciones litúrgicas en la calle como signo de superación de los males. Es, por tanto, un cartel lleno de esperanza, de la que se sobrepone a la muerte, por ello es tan importante que, ahora que redoblan los tambores de la guerra que doblan a muerte, los cristianos defendamos en la calle, en mitad de la sociedad, el don más preciado que nos regaló y nos regala Dios, la vida.