La solemnidad y la emoción marcaron el acto
El pasado domingo de vivió una de las jornadas más importantes del año no sólo para la Hermandad del Baratillo, sino para todo el barrio del Arenal.
La rosa más hermosa de la feligresía, su Bendita Madre de la Caridad en su Soledad, era trasladada a su paso procesional en una antesala plagada de sabor a Miércoles Santo.
La Imagen lucía muy hermosa con el atavío de hebrea, propio de la Cuaresma, compuesto por un manto azul, una saya burdeos, tocado blanco liso y fajín hebraico.
Seguía además la tradición de la Sevilla más purista, de subir a las Dolorosas al paso con esta vestimenta característica; para después, días más tarde, amanecer una mañana de finales de marzo como la saya de reina, el manto de salida, la corona y las joyas que los fieles le han ofrendado.

Así sucedía con la Virgen de la Caridad en un acto popular, lleno de hermanos y devotos que abarrotaban la capilla; y a la vez íntimo y solemne, cuando todo quedaba en silencio salvo la música y el cantor para revivir ese momento fascinante de la subida al paso.
Y se cumplió un año más el ritual litúrgico y cofrade que de familia a familia, de hermano a hermano, repiten cada año pocos días antes de hacer Estación de Penitencia a la Catedral con el misterio de la Piedad y María Santísima de la Caridad, destilando arte y gracia por el centro de la capital sevillana.