Cristo de Burgos, una advocación presente alrededor del mundo

La catedral de Burgos acoge en su interior un sinfín de obras de arte que lo convierten en uno de los grandes templos de Europa. Desde las portadas góticas del siglo XIII, como la del Sarmental y la Coronería hasta la renacentista Escalera Dorada, de Diego de Siloé, pasando por la capilla del Condestable, de estilo gótico isabelino, donde trabajaron la familia Colonia, Felipe Vigarny o el ya citado Diego de Siloé o la tumba del Cid Campeador y Doña Jimena.

Sin duda, el gran tesoro devocional es el Santísimo Cristo de Burgos, escultura del siglo XIV y de autor anónimo que es la gran advocación que la ciudad aportó al orbe católico en siglos venideros. El crucifijo está articulado, lo que recuerda a las ceremonias del Descendimiento que tenían lugar el Viernes Santo. Tallado en madera de pino, se halla recubierta con piel de bovino, adhiriéndose esta con cola y tachuelas. Y sobre ella, veladuras de pintura al óleo para evitar que se cuartee y aumente su elasticidad. Todo ello le confiere un aspecto extremadamente realista, acrecentado por el cabello, el bigote y la barba, de pelo natural. Lo dientes son postizo y, en cuanto a las uñas, que parecen naturales, están realizadas con asta de animal, haciendo uso del calor para curvarlas. Curiosamente, el uso de postizos durante el gótico supone toda una novedad que se convertiría en habitual cuando irrumpa el barroco.

Uno de los signos distintivos del crucificado se encuentra a los pies de la cruz. Se trata de tres huevos que simbolizan el nido de gaviota que tenía el santo madero cuando un comerciante burgalés lo halló flotando sobre las aguas. Desde el siglo XV, fueron sustituidos por huevos de avestruz, traídos por un comerciante local y reduciendo el número de cinco a tres. Otro detalle que lo caracteriza es el faldellín que, dependiendo de la época litúrgica en la que nos encontremos, será de un determinado color.

Entre otras denominaciones, la de Cristo de San Agustín, debido a que se encontraba en el real monasterio de San Agustín, de Burgos. Desde allí pasó a la catedral durante la Guerra de la Independencia, para evitar que fuera destruido por los franceses. Regresó años más tarde para salir de allí definitivamente tras la Desamortización de 1835, quedando ubicado en una capilla situada a los pies del templo, la única reservada al culto diario junto con la de Santa Tecla.

Capilla del Santo Cristo de Burgos y Nuestra Señora de los Remedios. Foto: Catedral de Burgos

En 1986 se funda la cofradía de las 7 palabras y del Santísimo Cristo de Burgos. Hasta 2013 era procesionado el Cristo de San Esteban de los Descalzos, de Villamar, copia del Cristo de Burgos. En 2014, se encarga una réplica a Talleres Granda, de Madrid, que es a la que la corporación da culto. El Martes Santo es portado por la ciudad. La mañana del Viernes Santo en la plaza de Santa María se celebra el acto del Desenclavo y, por la tarde, es una de las imágenes que conforman la procesión general del Santo Entierro. En septiembre tiene lugar el solemne septenario en su honor y el día 14 sale en procesión con motivo de la festividad de la Exaltación de la Cruz.

Las leyendas sobre su origen

La más conocida es aquella que recoge que un comerciante, devoto de los agustinos de San Andrés, lo encontró durante un viaje a Flandes en el mar, flotando dentro de una caja de vidrio. Junto a esta, unas tablas que exponían que fuera colocado en un lugar respetable. Decidió entonces llevarlo consigo y depositarlo en el cenobio, doblando las campanas por sí solas cuando accedió al interior del recinto.

Por sus características, habría sido realizado en Flandes o en el norte de Alemania, aunque la tradición llegó a recoger que habría sido el mismísimo Nicodemo el autor de su hechura, quien lo habría modelado sobre el cuerpo de Jesús tras haberlo descendido del santo madero. Las más recientes llegan en el siglo XIX. Llegó a decirse que era un cadáver momificado, teniendo que intervenir Anastasio Rodrigo, arzobispo de Burgos, encargando un estudio para determinar su composición.

Cobraron fuerza aquellas que narraban que al Cristo le crecían los cabellos, la barba o las uñas, e incluso llegó a decirse que sangraba. Esta última teoría encontró su base cuando, tras una intervención sobre la talla, se localizó una pequeña calabaza en su interior, que contendría sangre y que se derramaba por el costado en el acto del Descendimiento.

La realeza, a sus plantas

Entre los destacados miembros que rezaron ante la sagrada imagen se encuentran Felipe II, Ana de Austria o Carlos III, pero ninguna de ellos protagonizó uno de los episodios más conocidos por los burgaleses, que han ido pasando de generación en generación. Cuentan que Isabel La Católica pidió llevarse uno de los clavos como reliquia. Al ser extraído, uno de los brazos del Santo Cristo cayó al suelo, provocando el desmayo de la monarca, quien impresionada acabó perdiendo la conciencia.

Otras personalidades

Santos, escritores, filósofos… La lista de personalidades que han acudido a verlo es tan extensa que sería imposible poder recoger todos aquellos personajes que en alguna ocasión se encontraron con una imagen que en el siglo XVIII llegó a tener tal fama que acabó considerándose la segunda mayor devoción del país tan solo superada por Santiago de Compostela —de hecho, su cercanía con el Camino de Santiago le convirtió en parada obligada para los peregrinos, que llevaron su nombre por el resto de Europa—.  Entre ellos se encuentran santa Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola, san Francisco Javier, san Juan de Sahagún, Agustín Moreto, Jean-Paul Sartre o Rafael Alberti.

De Burgos al resto del mundo

Entre los principales impulsores, los comerciantes burgaleses y los agustinos, quienes se encargaron de que en cada cenobio que se fundase hubiera una imagen del Cristo crucificado a semejanza del que se veneraba en el convento. Los mercaderes fundaron capillas en Brujas y Amberes, mientras que los monjes hicieron lo propio en su mayoría por tierras españolas e Hispanoamérica, llegando incluso a Filipinas.

Altar mayor de la parroquia de Nuestra Señora de la Expectación, de Cabra del Santo Cristo. Foto: Andrés González

Entre otras, su presencia se localiza en la catedral de Sigüenza, el del hospital de Santiago, en Cuenca, o en Tarancón. En el municipio jienenses de Cabra del Santo Cristo el patrón es un óleo sobre lienzo donde se representa al Santo Cristo de Burgos, que llegó a la población en 1637 desde el monasterio de los agustinos de Burgos. Fray Antonio de Jesús María ya recogió que «este Santuario es uno de los más famosos de España y consuelo de toda Andalucía». Y fueron tan famosos sus milagros que su fama se extendió a otras regiones cercanas, como Úbeda, Jaén, Serón o Benají —en Almería—, Lújar, Guadix o Baza —en Granada—, Afarnatejo —en Málaga—, Lucena —en Córdoba—, etc. Los lazos entre la localidad jienense y Burgos todavía continúan presentes, existiendo representaciones en las fiestas de ambos lugares cuando se celebran.

Grabado que representa al Cristo de Burgos de la iglesia parroquial de Cabra. Foto: Calcografía Nacional

En Jaén capital, en la plaza de la Purísima Concepción, un pequeño crucificado preside una hornacina bajo la advocación de Cristo de Burgos, aunque también es conocido como el Cristo de los Tres Huevos. Otras zonas andaluzas donde su devoción recaló con fuerza fueron en Écija, Castilblanco de los Arroyos, Cádiz o Antequera. En la localidad onubense de Chucena, una hermandad rinde culto al Santísimo Cristo de Burgos, aunque entre la población se le conoce como el de las Enagüillas. Según Ramón Franco, cronista local, «se trata de una aventajada copia renacentista del famoso Cristo burgalés de San Agustín». Realiza su estación de penitencia en la noche del Jueves Santo, acompañado por la Virgen de los Dolores en un segundo paso.

Cristo de Burgos, de Chucena. Foto: Hermandad del Cristo de Burgos

El Cristo que despertó más fervor en siglos pasados también acabó recalando en otros lugares del sur, fundamentalmente dos, Granada y Sevilla. En la ciudad nazarí, es considerado Sagrado Protector desde 1680, año en el que se funda como corporación votiva. Se trata de una escultura atribuida a Jacopo Florentino, quien la ejecutaría entre 1520 y 1525. Es titular de la hermandad del Cristo de San Agustín, realizando su estación de penitencia en la tarde noche del Lunes Santo.

Santo Crucifijo de San Agustín, de Granada. Foto: Hermandad del Santo Crucifijo de San Agustín

En Sevilla, la gran devoción de siglos pasados fue el Cristo de San Agustín, datado en la primera mitad del siglo XIV y perdido en el incendio que afectó a la parroquia de San Roque en 1936, realizando Agustín Sánchez Cid una réplica en 1944. También en la capital, en 1522, un grupo de burgaleses funda una hermandad para dar culto a la Inmaculada Concepción, contando con una capilla en el extinto convento de San Francisco. Esta corporación llegó a poseer dos imágenes de la Inmaculada y una con la advocación del Santo Cristo de Burgos, llegando a ser conocida como la hermandad de los Burgaleses. Se tiene constancia de una hermandad radicada en la parroquia de San Ildefonso ya en 1676, dedicada al Cristo de Burgos. En 1691 amplía su capilla. Durante este periodo coincide con la cofradía de las Tres Negaciones y Lágrimas del Príncipe de los Apóstoles Señor San Pedro y María Santísima de Nuestra Señor de Guadalupe. La actual hermandad del Cristo de Burgos pudo ser la refundación de alguna de estas antiguas corporaciones. Su primera estación de penitencia data de 1889, con un solo paso. En 1943 se le añadió el título de Negaciones y Lágrimas de San Pedro. Desde 1948 el alcalde de Burgos es hermano mayor honorario, rango distintivo que también ostenta el Ayuntamiento de Sevilla desde 1954.

Una de las grandes transformaciones de la imagen, obra de Juan Bautista Vázquez El Viejo sucedió a finales del siglo XIX cuando Manuel Gutiérrez-Reyes Cano transforma la fisonomía de la imagen. Fue retirada la peluca natural y se le suprimió el faldellín, sustituyéndolo por un sudario encolado, perdiendo así uno de sus signos más distintivos.

Cristo de Burgos, de Sevilla, a finales del siglo XIX. Foto: Hermandad del Cristo de Burgos

En 1955 se funda la cofradía del Santísimo Cristo de Burgos y de Nuestra Señora de la Cinta, de San Cristóbal de la Laguna, en Tenerife y, más recientemente, en 1995, un grupo de burgaleses funda en Murcia la hermandad del Santísimo Cristo de Burgos.

Son innumerables las representaciones escultóricas o pictóricas de la imagen. Porque no solamente los agustinos fueron sus únicos impulsores, sino que también dominicos y franciscanos contribuyeron a que acabara contando con una capilla en aquellos conventos que fundaban.

Cristo de Burgos de Altagracia. Foto: Arte Colonial en Venezuela

En México cuenta con un templo dedicado en su honor, siendo patrón de Ciudad Jiménez, en el estado de Chihuahua. En Caracas, en la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia, era la imagen más venerada en Jueves Santo. Famosos por sus milagros son el Señor de Burgos, en la iglesia de San Agustín, de Lima. Otras poblaciones peruanas donde tiene presencia son Chachapoyas y Huánuco, cuya catedral está dedicada a él. En Filipinas su presencia está en incontables pueblos y ciudades. Quizá el más conocido sea el Señor Cristo de Burgos de Sariaya, en la isla de Quezón, que recibe miles de visitantes al año provenientes de las islas, traspasando su fama fronteras.

Señor Cristo de Burgos de Sariaya, en la isla de Quezón. Foto: Mary Joyce Manigbas