Una vez por semana, en una planta del hospital, una mujer acude al tratamiento que desde hace unos meses viene recibiendo para luchar contra ese «bicho» que aquel maldito día le fue detectado. Antes, ha dejado a sus hijos en el colegio con el mismo ánimo de siempre, son pequeños y todavía por suerte no se dan cuenta de lo que está pasando.
Se sigue levantando todas las mañanas como siempre, sin que el peso del tratamiento por el que pasa le afecte, pero si se le escapa una tímida lágrima cuando su niño pequeño le pregunta por qué lleva el pañuelo en la cabeza, o cuando su hija le pone un pañuelo a sus muñecas diciendo que son como ella.
Los domingos, acude siempre con su cita ante otra mujer, allí donde deposita su esperanza y le cuenta los malos momentos que está pasando. Ella siempre le escucha, siempre está allí para atender sus súplicas, igual que lleva atendiendo a tantas otras mujeres que han pasado por lo mismo, incluso algunas que no lo superaron,
El peso de la fe siempre le ayuda, cada día de tratamiento, cada mal momento, hasta que como guerrera que es, supere ese «bicho». La fe lo puede todo, y en días como hoy, las plantas de la Madre de Dios se llenan de ejemplos como el de la historia de hoy. Por todas ellas, las que están y lo superaron o como las que ya están bajo el amparo divino, mi racheando.