La mañana en la ciudad de Córdoba ha gozado de una inusitada intensidad cofrade, merced a dos de las más bellas dolorosas que habitan en su feudo.
Una por protagonizar en San Hipólito, como Reina absoluta, el tradicional besamanos que tiene lugar el día en que los cordobeses celebran el día de sus mártires y patrones. La otra, a orillas del Alpargate, por cumplirse tres cuartos de siglos desde que llegara a nuestras vidas para sanar la Amargura del pueblo que tanto la necesitaba y la necesita.
Ambas lucen maravillosas esperando recibir la veneración de sus hijos y, para reflejarse en sus pupilas, nuestro compañero Antonio Poyato ha acudido dejando testimonio gráfico de la belleza incomparable de dos joyas que brillan con luz propia en el firmamento de los sueños de Córdoba entera.