El Capirote, Opinión, Sevilla

El capirote | La procesión a la que comienzan a sobrarle elementos

A pesar de las modas imperantes todavía podemos encontrar autenticidad en algunas de las procesiones que a lo largo y ancho de nuestra comunidad se suceden durante todo el año. Angustias de Granada o Reyes de Sevilla, reinas de dos archidiócesis que se mantienen fieles a su estética a pesar del paso de los siglos. También Rocío de Almonte o Consolación de Utrera.

Sin embargo, solemos encontrarnos con elementos ajenos que acaban afectando de uno u otro modo al discurrir de la procesión. Estamos acostumbrados a sufrirlos en Semana Santa. Sillas en cada esquina a pesar de las señales prohibitivas o cáscaras de pipas acordes con la penitencia de quienes acompañan a sus sagrados titulares. Por no hablar de las trifulcas cada vez más frecuentes entre quienes presencian un paso o los que impiden que puedas cruzar de acera porque dicha parcela es suya. ¿Para cuándo una encuesta sobre el hartazgo imperante de estos sujetos? Puestos a formular en cada Cuaresma las mismas preguntas en los portales cofradieros…

Nos hemos acostumbrado también a las mantas en los exteriores de la catedral durante la Madrugada. Y al hedor de los orines cuando llega el alba. Que, por cierto, el obispo auxiliar de Sidney ha estado estos días en Sevilla y esperemos que no exporte tales actitudes. En torno a nuestras fiestas mayores, contaminada está ya nuestra Semana Mayor. Todavía se respira la grandeza de antaño en el Corpus Christi, del que este año por la lluvia no pudimos disfrutar, y la procesión de la patrona. Pero este 2023 hemos comenzado a observar algunos elementos extraños.

Es curioso, que las crónicas recojan tan solamente los aspectos positivos de la procesión. Narrar una historia bonita que se aleja de la realidad. Quien suscribe tan solo ha encontrado referencia a las sillitas de playa en el Diario de Sevilla. Todos los demás obviaron una estampa que debería borrarse para futuros años. En el periodismo local, que no es tan grande como imaginan, nos conocemos casi todos. Y sabemos que hay prensa que, por ejemplo, llegada la Feria de Abril prohíbe a sus fotógrafos imágenes de coches de caballos poco lustrosos, canis —literalmente denominados así— y hasta jóvenes cargando con enormes peluches —estupor ante tal referencia—. Les parecerá extraño, pero nada más lejos de la realidad. Pudiera ser también que la crónica estuviera realizada con anterioridad —y quien ha trabajado en los medios lo sabe—. De ahí que haya menciones que año tras año se repiten.

La mañana del 15 de agosto es auténtica. Y así merece serlo si desaparecen los elementos que observamos el pasado martes. Las sillas de playa se encontraban apostadas en el lateral de los aledaños de la capilla real. Si, como sabemos, hay sevillanos que vienen desde la playa para marcharse después, bien podrían quedarse en la costa. Porque esa estampa es para borrarla antes de que crezcan como hongos y veamos un recorrido lleno de sillitas. Quien aquí firma sostiene que sobraron los aplausos por la avenida de la Constitución. Y sí, se notó un movimiento más excesivo del palio de tumbilla con respecto a otros años, pero podríamos considerar cuestión menor tal asunto. Puestos a mejorar, por favor, que regresen los carteles que anuncian el Día de la Virgen pintados por grandes artistas que, por suerte, los tenemos.