Andalucía

El capirote | Recuperar lo propio

Con cada Cuaresma llegan a las librerías una nueva remesa de libros sobre la Semana Santa. Nos acerca más a la gran celebración de la primavera, que nos acabará atrapando dentro de un par de semanas. Como en todas las ocasiones, hay publicaciones que repiten una y otra vez los mismos temas, pero también aparece una selección de obras que no pueden faltar en nuestra biblioteca personal. Ahí está la segunda parte de Los orígenes modernos de la Semana Santa de Sevilla, de Rocío Plaza, que por fin llega después de un par de años a completar aquella primera parte que tanta información nueva nos proporcionó.

También A imagen y semejanza de la Semana Santa de Sevilla, de Enrique Guevara Pérez, el madrileño a quien tanto deben los cofrades, a quien tanto debe también el Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla, aunque algunos miembros lo miren por encima del hombro, porque parece que ser que tiene que salir desde la misma ciudad el afán por dar a conocer la fiesta. Cuando ahí está Enrique, con un archivo personal envidiable y una pasión auténtica por nuestra Semana Santa que ya la quisieran tener otros tantos casposos que solo entienden de pavías de bacalao e izquierdazos.

Pues Enrique, que también publicó hace unos años Los tesoros perdidos de la Semana Santa de Sevilla, que acabo de releer, nos muestra en esta nueva obra cómo el empuje de la Semana Santa hispalense ha ido imponiendo nuevos modelos en cofradías más allá de su propio epicentro, saliendo de la capital para traspasar fronteras. La globalización en el mundo de las hermandades se halla también presente. Desde el atavío de las dolorosas hasta el andar de los pasos, desde estilos musicales hasta bocetos para la creación de futuros misterios que toman como referencia a Sevilla.

La expansión de un universo frente a otro provoca, por otro lado, que se acabe minimizando lo autóctono. Cuando los repobladores del norte llegaron al sur de España trajeron consigo sus devociones. Siglos más tarde la religiosidad popular fue creando nuevos modelos, que continuaron repitiendo este patrón. Cuando Sevilla se convierte en puerta hacia América llegan desde otros puntos de España dando pie a la creación de nuevas hermandades. Hoy, que continúa creciendo el número de nuevas asociaciones en toda España, la mayoría se fija en Sevilla.

Pero también aquellas que tienen siglos a sus espaldas han cambiado su evolución, orientándola hacia lo que desde aquí se impone. Desde hace unos años los cofrades de otras zonas ven cómo ha ido imponiéndose el modelo sevillano en detrimento del que había imperado en sus fronteras. Hubo un tiempo en el que la riqueza en la Semana Santa fue mayor, porque la variedad apostaba por acoger en sí misma la multitud de actos y cultos propios de cada región. Y cada una dio un paso al frente creando una nueva identidad. Comenzaron a diferenciarse. Y entonces se suprimieron las cabelleras de pelo natural, los nimbos y las potencias de plata, las manos orantes, los faldellines de tela… y otras continuaron manteniéndolas.

Virgen de los Reyes. Foto: Hermandad del Viacrucis

Detalles que marcaban la diferencia acabaron por igualarla porque de unos años hasta esta parte han perdido su identidad. Aquella que durante años la definió. Pero la globalización, que conduce a una pérdida de la identidad, también trae consigo la crítica hacia la conservación de aquello que desde hace generaciones se mantuvo. Cuando el pasado año la Soledad de San Jerónimo acudía a la catedral por el reconocimiento de aquella coronación acaecida en 1885 surgieron voces que apostaron por mantener la estética que posee, no considerando que fuera ataviada al modo sevillano. La imposición de otros moldes conlleva que, por el contrario, se apueste por mantener impermeable su idiosincrasia o que se viaje al pasado para recuperar antiguas estampas. Es el caso del nimbo estrenado por Jesús de la Meditación, de Los Estudiantes, o el atavío de la Virgen de los Reyes, del Viacrucis, que esta Cuaresma sorprendió a los cofrades granadinos, recuperando una estampa que nos retrotrae a la Granada más antigua. En un mundo tan globalizado hasta donde la Semana Santa no escapa de ello, no estaría de más que se volvieran a recuperar las raíces de lo autóctono, contribuyendo a una Semana Santa en nuestra comunidad donde la auténtica tradición esté más presente que nunca.