Llevo tiempo dándole vueltas a esta cuestión, pero siempre me he contenido porque, en el fondo, quiere uno pensar bien y no entrar en valorar actuaciones individuales y luego colectivas que, a priori, entran dentro del terreno de la libertad. Pero los hechos, año tras año, me dan la razón, y el análisis de la situación se antoja necesario. Desgraciadamente, la jornada de la Madrugá está condenada a la desaparición en Andalucía. Año tras año se puede observar cómo esta jornada pierde importancia en forma de afluencia de público en diversos puntos de nuestra tierra de forma generalizada, excepto en uno. Todos sabemos a qué lugar me refiero.
En los últimos días tenemos dos hechos aplastantes que apoyan la desalentadora teoría que apuntaba anteriormente. En Cádiz, una situación absolutamente rocambolesca en la que el Consejo de Hermandades obliga a una Cofradía -la del Perdón- a estar a una determinada hora en carrera oficial para que no haya tanto espacio entre las últimas Cofradías del Jueves Santo y la primera de la Madrugá. Todo ello provocado porque otras dos corporaciones gaditanas que procesionaban en la Madrugá se cambiaron de día de salida, quedando únicamente dos Hermandades en la desangelada jornada. Sanidad pasó al Martes Santo y el Medinaceli, al Jueves Santo. Retomando el tema, está en el aire que la Cofradía del Perdón procesionara esta Madrugá, después de que los hermanos delegaran en la Junta de Gobierno tomar la decisión que ellos consideren oportuna, aunque muchos se vienen pronunciando a favor de quedarse sin procesionar. De confirmarse la no salida de la corporación de Santa Cruz, solamente la Hermandad del Descendimiento haría estación de penitencia a la Catedral en la Madrugá gaditana, que viene presentando una imagen triste en los últimos años, con un “público” que, precisamente, no es que esté demasiado centrado en las Cofradías sino en otros menesteres. Un mal extrapolable a muchos otros lugares, por desgracia.

El otro hecho que refleja a la perfección el triste destino de la Madrugá es el hecho de que la Cofradía del Nazareno de Huelva lleve solicitando durante años no pasar por el recorrido oficial en su estación de penitencia, debido al desalentador estado de la carrera oficial, que se encuentra prácticamente vacía, al igual que sucede en los palcos -el año pasado, solo dos concejales hicieron acto de presencia-. Además, las televisiones tampoco retransmiten el paso del Nazareno por el itinerario oficial. Inexplicable, se mire como se mire, puesto que estamos ante una Cofradía absolutamente espectacular. Finalmente, el pleno de Hermandades no eximió a la Cofradía de realizar esta carrera oficial, por lo que parece que se repetirá esta situación en 2017.
El trasfondo de ambas cuestiones es similar. Escasez de público y cofradías desangeladas en la calle. ¿Por qué? Hablemos sin paños calientes y con propiedad. El cofrade de hoy en día prefiere coger el coche y dirigirse a Sevilla para vivir la Madrugá, no es ningún secreto. Sucede en capitales como Cádiz, obligando a diversas Cofradías a abandonar la jornada. Ocurre en Huelva, con una Hermandad solicitando no pasar por carrera oficial porque va sola. En Almería, sólo procesiona una Cofradía no agrupada que sale a las cinco de la madrugada -la Escucha-. Una Semana Santa tan importante como la de Granada, que está considerada como de las más populares de todo el país, carece de Hermandades en la Madrugá, a excepción de las recogidas de las Cofradías del Jueves Santo. Lo mismo sucede en otra Semana Santa espectacular, como la cordobesa, en la que sólo la Hermandad de la Buena Muerte resiste procesionando en esta jornada, habiendo mermado la misma con el paso de las décadas. En Jaén, sólo procesiona el “Abuelo“, una procesión son siglos de historia que está perfectamente arraigada en el cofrade jienense. Málaga, una de las Semanas Santas con más interés turístico a nivel nacional, tampoco se libra de este mal. A pesar de que hay un Jueves Santo muy poderoso, con recogidas que se adentran en el Viernes Santo, no existe Madrugá como tal. La recogida más tardía es a las 5:30h. Como hecho que ejemplifica a la perfección este desarraigo, se puede mencionar la organización de excursiones a lo largo y ancho de nuestra tierra para visitar la Madrugá hispalense. En la capital de la Costa del Sol, por ejemplo, la Hermandad de Dulce Nombre tuvo que suspender una excursión que organizaba para la Madrugá de Sevilla, ante el malestar generalizado del cofrade malagueño. En Jerez, considerada por muchos la octava provincia en lo que a importancia de Semana Santa se refiere, tristemente la Madrugá se simplifica en la populosa Hermandad de la Yedra, a pesar de que son cinco las Cofradías que procesionan en esta jornada. Van, una vez más, desangeladas en sus itinerarios, incluso la propia Sentencia en ocasiones. Con respecto a las pequeñas poblaciones, es cierto que hay Hermandades que, como en el caso del Abuelo, están perfectamente arraigadas en sus respectivas localidades y no se resienten en exceso del mal que asola a grandes capitales, como también es cierto que en otros pequeños municipios las Cofradías procesionan en la Madrugá prácticamente solas, aunque ello no ha provocado, por el momento, que abandonen la jornada. Quizá por respeto a las tradiciones, quizá porque no importe demasiado que la procesión transcurra desértica en muchos puntos.
Puede estar uno tentado a pensar que la única Semana Santa que no se resiente es, evidentemente, la de Sevilla. Pero, si realizamos un análisis que vaya más allá del hecho que cualquier Cofradía de la Madrugá hispalense realiza su estación de penitencia por casi cualquier punto de su recorrido con una afluencia de público notable, lo cierto es que Sevilla y su Semana Santa también se ve perjudicada. La capital andaluza se convierte en una ciudad absolutamente colapsada en la Madrugá. Un público que proviene desde muchísimos puntos de España y Andalucía, que se suma al sevillano, y que convierte la acción desplazarse por las calles de la ciudad en toda una gesta no apta para claustrofóbicos, ya que estas se transforman en verdaderos ríos de gente que trata de moverse, a la vez, a un mismo punto para observar el paso de una misma Cofradía. Como resultado, multitud de altercados de orden público que, para ser honestos, son solventados con eficacia por las fuerzas del orden que, en esa jornada, despliegan la mayoría de sus efectivos -afortunadamente-. Sin embargo, en los últimos años hemos tenido perfectos exponentes de lo que esta masificación absurda supone o, más bien, puede llegar a suponer. A los conocidísimos hechos del año 2000, en el que varias avalanchas se produjeron de forma simultánea en diversos puntos del centro de la ciudad en el momento en el que las seis corporaciones se encontraban más próximas, cabe también señalar la reproducción de estas avalanchas en el año 2009 al paso del palio de la Esperanza de Triana por la Magdalena. Dos hechos puntuales que, afortunadamente, quedaron en un tremendo susto para muchas personas y que, sumados a la multitud de pequeños incidentes que se producen año tras año a lo largo y ancho de Sevilla en la Madrugá -y en otras jornadas-, vienen a reflejar un hecho incontestable: no hay ciudad en el mundo que aguante tal masificación de público, por muy bien que se organice. Y parece la organización también es mejorable, y que de ello es consciente el Consejo Local de Hermandades sevillano así como diversos popes de la Semana Santa hispalense, que ya comienzan a murmurar entre bambalinas la limitación del número de nazarenos para evitar poner a tantísimas personas agolpadas en los cortejos durante su estación de penitencia. Es una solución que causará, de confirmarse, muchísima polémica. Pero es una solución que se antoja necesaria.

Pero no va por encaminada por ahí la dosis de opinión de este artículo. Lo que verdaderamente me entristece y me causa una gran frustración es que haya cofrades de toda Andalucía que abandonden a las Hermandades de su ciudad con tal de irse a Sevilla a ver al “caballo” trianear. Cofrades que prefieren realizar desplazamientos que pueden llegar a durar varias horas para llegar a la capital, agolparse entre el ya multitudinario público que abarrota la ciudad y ver, con suerte, algún paso de misterio a muchos metros de distancia. Todo ello para, en el momento justo, sacar el móvil de turno y lanzar la pertinente instantánea, quizá a lo selfie, del momento para poder presumir durante todo el año de que has estado en la Madrugá de Sevilla. Así, año tras año. El resultado ya lo hemos analizado anteriormente. Capitales de provincia, Hermandades históricas y que son un verdadero tesoro para su Semana Santa que realizan su estación de penitencia por las calles desiertas de sus respectivas ciudades.
Con perdón de la expresión. ¿Somos imbéciles? Todos pertenecemos a una Cofradía que sale un día determinado. ¿Se imagina usted que cuando se abran las puertas de su respectivo templo para realizar la salida procesional, hubiera un escaso grupo de gente? ¿Y que pasaran por el recorrido oficial desierto? Y, lo peor de todo, ¿que todo ello estuviera motivado porque los cofrades de su ciudad prefieren ver a otras Cofradías a kilómetros de distancia que a la suya? Pues exactamente eso sucede con los cofrades de muchos puntos de Andalucía cuyas Hermandades procesionan en la Madrugá. Pagar flores, cera y bandas, exprimir las cuentas de la Cofradía para realizar estrenos que enriquezcan el patrimonio de la Cofradía año tras año, preparar al detalle la estación de penitencia… Todo ello, ¿para qué? Hay excepciones que responden a una verdadera fe y devoción hacia esas sagradas imágenes de la capital andaluza, pero también es cierto que esto sirve, en la mayoría de casos, para que el cofradito de turno prefiera desplazarse a Sevilla a ver pasar algún paso a una cercanía mínima de 25 metros en la que, probablemente, tenga que tragarse una chicotá a tambor. Pero oiga, él o ella puede presumir de que lo ha visto en persona, como cada año. Y mientras, el Cristo y la Virgen de su ciudad, solos. Y la Cofradía dándole catequesis plástica de fe a los cuatro niñatos que aprovechan la noche para hacer su botellón y deslucir, cuando no, entorpecer, presos de su estado de embriaguez y poca educación, el discurrir de las Hermandades, amparados por la poca protección que, generalmente, sufren las Cofradías. Lo peor es que esta escasa atención por parte de los cuerpos de seguridad está en parte justificada por la situación anteriormente descrita. Los politicuchos de turno pensarán, con su dosis de razón, que para qué gastar dinero en policía si las Hermandades van por la calle prácticamente solas, y el riesgo de incidentes, al haber poco público, es menor.
Estamos perdiendo la cabeza. La Semana Santa degrada paulatinamente en un elemento más de postureo social, en el que presumir con el grupo de amigos de turno de saberse las marchas de las bandas más mediáticas de la Madrugá, y de haberse visto y aprendido de memoria la chicotá del Cristo de las Tres Caídas en La Campana. Descuidamos, consciente o insconcuentemente -sinceramente, tengo serias dudas- la Semana Santa de nuestra ciudad y, lo que es peor, nuestra propia identidad cofrade. Somos frágiles de memoria y enormemente ingratos con nuestras raíces, ya que las Hermandades de nuestra ciudad son las que nos han visto nacer, las que evocan nuestros primeros recuerdos cofrades, las que crearon nuestros primeros nexos de unión con las imágenes sagradas. Pisoteamos nuestro propio legado, heredado de nuestros mayores, con tal de repetir, en un bucle que parece no tener final, una y otra vez el mismo error. Abandonar nuestras Cofradías en favor de las Cofradías de otros. Además, olvidamos que Jesús y María, los verdaderamente importantes de la Semana Santa, habitan también en nuestra cuidad y en nuestras Hermandades. El Jesús que representa el Gran Poder de Sevilla es el mismo que el del Nazareno de nuestra localidad. No se crean que yo no he pisado la capital andaluza en Semana Santa, y también en la Madrugá. De lo contrario no estaría capacitado para escribir este texto. Muchos de los detalles comentados en este texto están vividos en primera persona. Puedo decir, orgullosamente, que jamás he disfrutado de la Semana Santa de Sevilla ni un cuarto de como lo he hecho de la de mi ciudad, La Línea de la Concepción. Un bello rinconcito en la provincia de Cádiz que posee una Semana Santa de gran nivel con catorce Hermandades de Penitencia.
Con la experiencia de haber vivido ambas partes, no me pierdo ver cómo crece la Flagelación año tras año por ver al Silencio Blanco en su imponente caminar, aunque lo admire, pero desde la distancia. No concibo vivir una Semana Santa sin el recogimiento del Silencio con tal de ver a San Gonzalo trianear en la puerta del Baratillo. No soy capaz de perder un Miércoles Santo con la Oración en el Huerto, el Abandono y el Cautivo por ver el estreno de Rosario de Cádiz tras la Sed. Me niego a vivir un Jueves Santo sin el Perdón, ni la Salud, ni el Gran Poder, ni Angustias, por ver a Montesión o por ver salir a la Macarena. Si hubiera Madrugá -también desapareció hace unos años- tampoco la perdonaría por desplazarme a Sevilla a deleitarme del transcurrir de cualquiera de las seis corporaciones que procesionan. Y qué les voy a decir de un Viernes Santo. Que venga Sevilla a ver la Semana Santa de mi ciudad. Lo digo sin ánimo peyorativo con pleno conocimiento de causa, puesto que el año que pasé la Semana Santa en Sevilla de Domingo de Ramos a Madrugá, resultó que echaba de menos lo mío, lo que había mamado -válgame la expresión- desde pequeño, y verdaderamente no disfruté el paso de las majestuosas Cofradías sevillanas en esas jornadas -a las que no resto ni un ápice de mérito-. Puede resultar ridículo para muchos, pero les puedo garantizar que lo digo de corazón. Muchas veces he criticado al cofrade y las corporaciones hispalenses, pero en esta ocasión sólo acertaría a reprocharles el exceso de marketing que rodea a ciertas corporaciones. Estamos saturados de ver Dvd’s de las mismas Hermandades en los mismos lugares, así como productos de lo más variopinto que más bien parecen representar a una empresa multinacional en su objetivo de darse a conocer para venderse y generar más beneficios, que a una Hermandad propiamente dicha. Por lo demás, la responsabilidad recae en todos esos cofrades que arrancan las raíces que le unen a su tierra para trasladarse a la capital.

En ese sentido, considero que en muchas ocasiones copiamos a la Semana Santa de Sevilla en absolutamente todo. Menos en un aspecto fundamental: valorar lo propio por encima de lo ajeno, sea lo que sea. Muchas veces he criticado -y lo mantengo- al cofrade sevillano por estar cegado ante la realidad palpable de que fuera de sus fronteras se esconden tesoros en forma de Hermandades, bandas o tradiciones centenarias que, por un motivo u otro, no sabe valorar. En el punto medio se encuentra la virtud, como popularmente se dice, y esta cuestión no es una excepción. Considero que el cofrade ha de ser lo suficientemente inteligente como para abrir de par en par las fronteras de su mente y saber apreciar la riqueza que encierran otras Semanas Santas, pero no es menos cierto que uno ha de valorar, dentro de los límites de la razón y la crítica justa, lo propio por encima de lo ajeno. Valoro que un cofrade gaditano conozca y aprecie la Semana Santa sevillana, dejando de lado absurdas disputas territoriales. Lo que no me entra en la cabeza que un cofrade de la Tacita de Plata entienda de trianear pero abandone a la Hermandad del Perdón o al Descendimiento en la Madrugá para irse al Puente de Triana. ¿Que la Madrugá sevillana es digna de vivirse? Por supuesto, al igual que todas y cada una de las Cofradías de nusetra tierra. Pero resulta que la Cofradía de nuestra ciudad queda huérfana de su propia ciudad. Una realidad tan triste como veraz. El cofrade ha de reaccionar, puesto que estamos matando una jornada importantísima en la historia de la Semana Santa, tanto en Sevilla por la masificación descontrolada, que hará que cualquier año suceda una desgracia de importancia, que verdaderamente incomoda a todo el que se acerca a ella, como fuera de la capital andaluza, en la que las Cofradías emigran de la jornada en búsqueda de un público que abandona la ciudad al grito de “sálvese quien pueda” sin pararse a pensar en el perjuicio que causa a su propia Semana Santa.
¿Qué pasará cuando en la Madrugá de Andalucía solamente queden las seis Cofradías de Sevilla, con tres y cuatro mil nazarenos cada una en una ciudad colapsada metro a metro? La tendencia es clara y voraz en ese sentido, siendo un problema que se agrava año tras año. ¿Qué pasará si esta tendencia se traslada, como ya está comenzando a suceder a otras jornadas que no suelen estar demasiado pobladas en número e importancia de Hermandades? Son muchos los cofrades que también viajan a Sevilla los Domingos de Ramos, o Lunes Santos, etc… El camino que venimos marcando durante los últimos lustros nos aboca a una situación rocambolesca, en la que los cofrades de la ciudad se queden en su ciudad exclusivamente el día en el que procesiona su Cofradía y el resto de jornadas emigren en búsqueda de aventuras -en realidad, poca aventura, ya que, año tras año, se repite la misma historia-. El destino es realmente incierto, aunque preocupa imaginar una Semana Santa en nuestras ciudades en la que todas las Cofradías vayan prácticamente solas en la inmensa parte de su recorrido. Una situación que ya sucede en algunos puntos -repito, lo digo por propia experiencia- y en algunas jornadas especialmente y que, de seguir así, tiende a recrudecerse. Que la Madrugá desaparezca en toda Andalucía menos Sevilla, como paece que está condenado a suceder, significa talar nuestras propias raíces. Alguno -me conozco a mis habituales- estará tentado a objetar que cada uno es libre de hacer y deshacer a su antojo, y que hay que respetarlo. Mi respuesta por adelantado es que igual de libre soy yo para expresar mi opinión, y que, aunque tiendo a ser extremadamente respetuoso con las opiniones de cada uno, no puedo respetar el extremo desarraigo cultural que estamos viviendo durante los últimos años con las situaciones descritas a lo largo del texto. Lo siento, pero no. O despierta el cofrade y comienza a dirigir la mirada a su propia ciudad, valorando los tesoros que, sin duda, se encierran dentro de sus fronteras en lo que a Semana Santa se refiere, o el invento se va al garete. Siento la visión apocalíptica y negativa de la cuestión, pero verdaderamente así lo concibo. Ojalá sirva este texto para concienciar al cofrade andaluz de la importancia de estimar el legado heredado por nuestros mayores, nuestra propia sangre y nuestras propias raíces, cuyo cuidado es una responsabilidad que no podemos ni debemos eludir.