Ayer, el día se notaba con temperatura más fresca, la noche anterior delataba con ese aire que venía un fin de semana menos caluroso. Gracias a Dios porque vaya semanas llevamos de primavera.
El sol seguía dando su luz y me puse en la calle a eso de las siete de la tarde. Dando un pequeño paseo por la ciudad que nos ha dado tanto, llegué a la plaza del Cristo de los Faroles. Allí creí que tendría dificultad para acceder a ella, por lo del besamanos extraordinario de la Señora de Córdoba, pero no fue así.
Entré en su Santuario y el acceso ante Ella fue muy fácil ya que nos encontrábamos allí unos pocos. Simplemente preciosa poder contemplarla tan cerca y poder mirarla por unos segundos a su cara y ojos.
Ante Ella sonó la marcha real ya que la vecina, Virgen Reina de los Ángeles Gloriosa, de la hermandad de la Sangre, estaba ya en la calle. Aligeré para volver al empedrado de la plaza y poder contemplar el paso de la comitiva y la imagen en lo alto de su peana imponente.
Y el poco ambiente que vi en la plaza fue el que contemplé en la procesión. Tanto dentro como por fuera. Tan cansados estamos los cofrades cordobeses que, por donde estuve yo, estábamos un poco más de un grupo de amigos.
¿En qué nos estamos equivocando? De verdad, lo que mueve hoy en día a las cofradías son las cuadrillas de costaleros y las bandas. ¿Dónde están los hermanos para acompañar a sus imágenes? ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Puede ser que no sepamos andar con las cofradías en la calle?
Y que conste que este artículo no es, ni mucho menos, una crítica a la hermandad. Va por todos. ¿Qué vamos sólo a lo que nos interesa? ¿Dónde está la implicación con los actos de las hermandades? La actual situación de la sociedad también se extrapola a las hermandades.
Espero que no estemos cayendo en el cainismo hispánico, porque será muy triste lo que le están pasando a las hermandades cordobesas.
Sean felices y extrapólenlo no se lo queden solo para ustedes. Hoy es San Matías, felicidades.
