Ya estamos metidos de lleno en el momento que tanto tantos habían deseado que llegase, la época del año en la que el cofrade comienza a arrancar con fruición las hojas del calendario ficticio que todo capillita va imaginando mentalmente inmediatamente después de que se cierren las puertas de Santa Marina en la Córdoba Cofrade o de cualquier otro templo en el que simbólicamente se cierra la Semana Santa cada año en cada uno de los puntos que configuran Nuestra Bendita Andalucía.
Y mentiría si les dijese que he iniciado la Cuaresma con ilusión, probablemente a causa de cierto hartazgo mental, de cierto agotamiento psicológico íntimamente relacionado con el hecho de que aquí no se para nunca, y cuando digo nunca es nunca, ni fines de semana ni fiestas de guardar. Hubo un tiempo en que los lunes no se publicaba prensa porque los domingos eran para descansar. Aquello, como tantas cosas, pasó a mejor vida. Quiero recordar vagamente que allá por el mes de agosto titulaba una de estas reflexiones que intento hacer semana tras semana en este pequeño rincón de libertad como nos gusta llamar a Gente de Paz, con un revelador “¿Pero es que aquí no descansa nadie?” o algo parecido. Era pleno mes de agosto y nos hallábamos inmersos en una multiplicidad de información que daba cuenta de rupturas, renovaciones, nuevas contrataciones, cambios de martillo y demás noticias cofrades que tanto enervan a cierto buen amigo mío que siempre suele decir que son las únicas noticias cofrades que no le interesan lo más mínimo.
Más allá de compartir opinión o no con este amigo del que les hablo, me viene sucediendo en los últimos tiempos que tantísima proliferación, tantísima densidad, tantísimo caudal informativo relacionado de un modo u otro con las cofradías, aunque sea muy pero que muy de pasada, comienza a provocarme cierto hastío. No me malinterpreten, no soy de las que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor. De hecho en este caso, creo que cualquier tiempo pasado fue bastante peor. Me divertí mucho el otro día con la magnífica entrevista que el pregonero de la Semana Santa de Córdoba 2017 concedía a esta bendita casa en la que tenemos la suerte de aportar nuestro granito de arena unos cuantos locos de manera más o menos periódica, sobre todo cuando Mellado hablaba, en mi opinión no sin ciertas dosis de ironía, de aquellos eruditos cuyos artículos hemos leído todos y que son eso… muy eruditos, reiterando conscientemente el “palabro”.
Tengo claro que la información cofrade ha cambiado en los últimos tiempos para mejor, para mucho mejor, en interés en cantidad y en todo lo que quieran. Atrás quedan, honrosas excepciones aparte, aquellos artículos que despertaban interés en cuatro, textos muy sesudos, pero que, insisto, interesaban a cuatro. La información, no confundir con la divulgación, adquiere sentido si el pueblo la lee. Si lo que una escribe no lo lee nadie, querido amiguito en algo te estás equivocando. No todos los que escribían hace años de cofradías en esta ciudad estaban dentro de la categoría de coñazo absoluto, evidentemente, pero si la mayor parte de ellos y desde luego la mayor parte de los que lo hacían a diario en Cuaresma. Algunos incluso siguen pretendiendo sentar cátedra desde sus perfiles en redes sociales como si a estas alturas a alguien le importase lo más mínimo lo que opinan sobre nada, sin asumir que son seres caducos que aburren a las cabras… las aburrían en época de plenitud mental, imaginen ahora…
Creo firmemente y no es cuestión tampoco ponerse a relacionar a extraordinarios compañeros de la competencia, que la aparición de ciertos periodistas -con y sin título- en los últimos años ha ido en beneficio de todos, consiguiendo despertar el interés de una sociedad que hace escasamente cinco años vivía mayritariamente de espaldas a las cofradías y que ahora, ya ahí están las audiencias, consume con avidez información cofrade 365 días al año. Podrán gustar más o podrán gustar menos ciertas noticias; habrá quien piense que algunas de ellas carecen de interés general, pero la realidad es que se habla de Cofradías todo el año algo impensable hace escasamente un puñado de primaveras.
Ocurre, no obstante y sobre ello precisamente estuve reflexionando con este amigo del que les hablaba hace apenas un par de días, que quizá los medios están entrando en tanto detalle que están provocando cierta saturación de información y que llegado el caso tal vez deberían rebajar un poco el ritmo, levantar el pie del acelerador. Hay noticias que gozan de gran interés, ¿qué duda cabe?, pero dedicar una noticia a que el ajuar de una dolorosa se haya visto incrementado por un pañuelo de seda, con todo respeto, quizá sea rizar el rizo en demasía provocando cierto cansancio, cierto agotamiento, que tal vez podría terminar matando la gallina de los huevos de oro, imbuidos en esta pelea bastante absurda en la que los medios han entrado por ver quién es capaz de exprimir hasta la última gota de información relacionada con cualquier cosa que huela a incienso.
Dos ejemplos de esto que les digo los hemos sufrido con el aburridísimo asunto de la Carrera Oficial sobre el que ha faltado que algunos nos contasen la talla de ropa interior de quienes acudían a las reuniones, ¡que Dios nos asista, no quiero ni imaginármelo! o con el supuesto ataque permanente de la “izquierda super radical” -apréciese la ironía- contra las cofradías, azuzada curiosamente por quienes comparten tendencia política en privado con aquellos a quienes en público han convertido en el mismísimo demonio, que al final, todo se termina sabiendo…
En cualquier caso la Cuaresma ya ha comenzado, el paso del tiempo es de las pocas cosas de la vida que no tienen solución, y lo ha hecho con fuerza. Sinceramente espero que mi interés se vaya recuperando poco a poco a medida que las noticias superfluas vayan dejando hueco a lo que de verdad importa, la cercanía espiritual con Aquél que vino a salvarnos y la Verdad infinita de su mensaje frente al vacío golpe de pecho sin trasfondo del fariseo de turno -iba a decir con y sin sotana, pero luego hay quien se nos enfada una barbaridad-, más allá de fuegos de artificio y la repetición de la misma noticia contada de manera casi idéntica para cualquier cofradía.
He dicho.