Ya en anteriores ocasiones habíamos viajado al lejano pasado cofrade cordobés para regresar a un barrio de solera como es Santa Marina, que tantas devociones ha abrazado a lo largo de la historia. Fiel a esa arraigada costumbre a la que los vecinos de esta feligresía se aferran haciendo caso omiso del paso del tiempo, la emblemática parroquia ubicada en la Plaza del Conde de Priego hacía de cuna de la que se convertiría posteriormente en uno de los símbolos inequívocos de la Semana Santa de Córdoba en la fecha del el 15 de agosto de 1939. Allí se constituía pues la Hermandad de la Esperanza el 8 de diciembre, día en que la situación de la joven corporación se formalizaba oficialmente con la consiguiente aprobación de los estatutos.
La cofradía, que comenzó constituyéndose bajo el título de Piadosa Hermandad y Cofradía de Penitencia del Santo Cristo de la Sentencia y María Santísima de la Esperanza, lo hacía también en torno a las conmovedoras imágenes realizadas por el eternamente recordado imaginero cordobés, Juan Martínez Cerrillo. Sin embargo, su aniñada y querida dolorosa no llegó a la cofradía hasta 1947.
Lo cierto es que, en la primera estación de penitencia de la hermandad que ya en sus orígenes muchos denominaban “de los gitanos” se produjo el Domingo de Ramos – 17 de marzo – de 1940. El cortejo, encabezado por batidores a caballo de la Guardia Municipal, se ponía al fin en la calle a las 19.30 horas a pesar de haber anunciado su salida para media hora antes. A la mencionada representación de la Guardia Municipal seguía, en aquel histórico día, la Banda de Cornetas y Tambores de la Casa de Socorro-Hospicio y las filas de nazarenos vistiendo túnicas blancas y cubrerrostros verdes, distinguiéndose a los cargos por las clásicas capas igualmente blancas. Testigos de aquel memorable momento fueron también las ilustres figuras de los concejales Cruz Conde, Raposo y Fernández Natera, encargados de ocupar la presidencia municipal en tan señalado día.
A esos numerosos detalles contextuales, habría de sumarse la característica probablemente más llamativa: la de la presencia de la entonces titular de la hermandad. La imagen de aquella primitiva Virgen de la Esperanza era una antigua talla completa, de autor desconocido, de dimensiones inferiores a la estatura normal y, lejos de pertenecer a la cofradía, era propiedad de uno de los miembros de la familia Rodríguez Correa: Rafael Rodríguez Ortega.
En aquellos momentos, la imagen llegó a gozar de una gran fama y devoción que se extendió de manera especial entre el colectivo gitano, motivando que una gran cantidad de los primeros hermanos de la corporación fuesen asimismo calés. Hecho que terminó reflejándose en el nombre con el que se popularizó la hermandad prolongándose incluso hasta nuestros días.
No cabe duda alguna de que para muchas generaciones de cofrades, el rostro de la primera dolorosa gitana es una auténtica incógnita que queda considerablemente despejada con la fotografía que abre este artículo, una fotografía que dicho sea de paso llama la atención por numerosos factores.
Cabe destacar en primer lugar la enorme diferencia entre el aspecto de la actual titular de la cofradía, hoy establecida en la Parroquia de San Andrés y la primitiva Virgen de la Esperanza, pues posiblemente muchos coincidan en ver en Ella unos rasgos incluso más aniñados – acentuados por la mirada baja y la inclinación de la cabeza, que parece dulcificar el gesto de la dolorosa – que los de la que tallara el ilustre Juan Martínez Cerrillo tiempo después.
Especial mención merece la curiosísima estética de la Santísima Virgen, marcada por la gran cantidad de joyas que luce en la imagen fiel a la moda de aquellos años, pudiéndose apreciar con claridad el suntuoso collar a modo de gargantilla, los pendientes – hoy prácticamente desaparecidos entre la joyería habitual de las dolorosas – y la espléndida tiara que ciñe la sien de la antigua Virgen de la Esperanza.
La corona, por su parte, constituye un caso de lo más singular pues, como podrán comprobar en anteriores publicaciones de nuestro medio, se trata de la misma y característica pieza que portase tanto la Virgen de la Alegría en la sorprendente instantánea que le ofrecíamos de Ella antes de la restauración a la que la sometiese el propio Martínez Cerrillo – y con la que aún la vemos actualmente en determinadas ocasiones – como la primitiva titular del Resucitado en las inéditas fotografías que compartiésemos con nuestros lectores hace apenas un par de semanas. Además, en el caso que hoy les presentamos, la corona además aparece adornada por una serie de colgantes que penden de las estrellas así como por un collar enredado entre la parte superior.
Aquella antigua imagen de María Santísima de la Esperanza fue el rostro de la recién establecida hermandad, protagonizando las salidas procesionales que fueron sucediéndose hasta 1946. Era tal el atractivo que la cofradía suscitaba durante los primeros años de su historia que incluso el Diario Córdoba llegó a hacerse eco del gran número de personas que aguardaban la llegada a Santa Marina de la célebre Virgen. El suceso era narrado por el poeta Gabriel García Gil que, en esa edición especial de la Semana Santa cordobesa de 1942, daba forma a un artículo denominado “Coloquio de fervor en Santa Marina”. Se desarrollaba su escrito en torno a una fotografía de la imagen – ataviada con una mantilla blanca y portando diadema de plata, aro de estrellas y una tiara alrededor de la frente – a la que en repetidas ocasiones se refería como “la Virgen de los gitanos”, que en aquella jornada del Domingo de Ramos lucía un manto azul turquesa. Una Esperanza que, al parecer con elegante serenidad, se aproximaba a su templo pasada ya la medianoche entre una lluvia de saetas que se empeñaba en retener unos instantes más a la Santísima Virgen en las calles de su barrio.
A pesar de la expectación creada en torno a la venerada Señora, la cofradía se veía frustrada frente a la posibilidad de rendirle un culto ante la continuada negativa de Rafael Rodríguez tanto para ceder como para vender la imagen de María Santísima de la Esperanza a la hermandad, que en la instantánea que acompaña estas líneas aparece expuesta en un altar – según algunas fuentes – instalado en un portal de la calle Cardenal González durante la década de los 70.
Finalmente, la situación terminó por exigir a los miembros de la corporación realizar las gestiones oportunas para la adquisición de una nueva obra, propósito para el que la Hermandad de la Esperanza se puso en contacto con Juan Martínez Cerrillo, quien se interesó mucho en llevar a cabo dicha labor afirmando incluso que “podía hacer una imagen bella y agitanada”.
Los detalles del acuerdo entre cofradía y artista no pudieron ser más inusuales y curiosos, ya que Cerrillo se comprometió a no cobrar nada por la ejecución de María Santísima de la Esperanza si, por su parte, la corporación se comprometía a su vez a interceder por él frente al párroco de San Lorenzo con el propósito de recuperar para sí la imagen que había labrado entre 1936 y 1938 para la Hermandad del Calvario – bajo la advocación de Nuestra Señora del Mayor Dolor y Esperanza – puesto que en los últimos tiempos se encontraba olvidada en la emblemática parroquia.
Una vez cumplido todo lo anterior, Cerrillo concluía la hechura de la actual María Santísima de la Esperanza, tras haberse retrasado en la entrega para la bendición de la titular – en un principio prevista para el día 18 de diciembre, festividad de la Expectación de María – por haber realizado un vaciado de escayola con el que cerciorarse de que la talla era del gusto de la hermandad. Terminado el proceso, la imagen de la Santísima Virgen permaneció en el Convento de Santa Isabel de los Ángeles hasta el día de su bendición en el 16 de febrero de 1947, con la que la cofradía presentaba al fin su gitana a la ciudad de Córdoba.