Iba cayendo lentamente el sol bañando de tonos anaranjados las marismas del Rocío cuando la Hermandad de Córdoba hizo su entrada en la casa hermandad.
Entre una marea de corazones, encogidos por la emoción dormida durante dos años, la carreta anduvo por la calle Ajolí buscando el calor de su casa. Pero no estuvo sola. La casa de “Las Campanitas” y la casa de la Hermandad del Perdón salieron a su encuentro, como el hijo corre a brazos de su madre.
Un último empujón mandando por Rocío Jarabo, la alcaldesa de carreta, la magnífica e iniguable carreta del simpecado cordobés hizo su entrada en la capilla bajo una lluvia pétalos y rezando la salve.
No hay tiempo se desempacar las cosas y el sendero nos guía hasta el Santuario. Allí nos espera Ella. Momentos indescriptibles los vivios alli. Sevillanas que salen del corazón. Manos aferradas a la reja, principio y fin del camino.
Mucho nos ha cambiado la vida en estos últimos años. Sin embargo hay algo inaterable por los siglos de los siglos… Ella y su Divino Hijo.