Hace nueve días Córdoba abrió los caminos rocieros. Los cordobeses, bajo una intensa lluvia apostó por hacer su recorrido por la ciudad. “¡Esto es El Rocío!”, se escuchaba a varias personas en un corrillo. Los niños se arremolinaban unos con otros buscando calor bajo sus chubasqueros de colores que, junto a sus caras de felicidad daban color a esa tarde gris que luego se tiñó de azul cielo primaveral. Nueve días quedaban por delante. Nueve días de frío, de agua, de algún momento de calor, pero con una fe inquebrantable hacia la Patrona de Almonte.
Hoy, después de nueve días, la carreta, arropada por sus peregrinos y los cordobeses que por diversas cuestiones sólo pueden vivir los días de la aldea, ha entrado en su capilla a sones de Gloria y Soledad, las campanas celestiales del campanario de la aldea. Palmas al compás, caras rotas por el cansancio, gargantas sedientas, lágrimas en los ojos… Lentamente la carreta avanzó a buen ritmo por la calle Ajolí, donde se tuvo que parar en varias ocasiones para que grupos de amigos le cantaran unas sevillanas a su paso.
Emocionante, como siempre, su parada ante los hermanos de la Hermandad del Perdón que, como cada año, rezan dos veces al cantarle al Bendito Simpecado. Revira la carreta para entrar en la capilla. ¡Fuera mulos!, y la carreta entra poquito a poco en la capilla. Sonrisas por haber cumplido de nuevo y demostrar que Córdoba es Rociera por la Gracia de Dios.
De nuevo Córdoba está en El Rocío. Nueve días caminando para postrarse ante Ti con humildad, pues no necesita reconocimiento de nadie, pero que, en la opinión de la que escribe, tiene un lugar reservado en el mundo rociero.