Córdoba, Costal

La crónica | Una tarde de toros de puerta grande en la parroquia de la Trinidad

La jornada hacia presagiar una buena tarde de toros. Si, si. De toros. Ante una parroquia de la Trinidad, casi hasta la bandera, los preludios ya se respiraban a puerta grande.

El día, fresco pero con azul cielo que nos decía que la primavera está llamando a nuestras puertas. La luz de la tarde se alarga y nos esboza que está muy cerca, lo que tanto anhelamos.

Así, llegó la hora y tras una breve presentación del acto por parte de Pachi Giraldo, los clarines anunciaron el comienzo del Pregón.

El presentador Toni Morales, esbozó detalles que dejaron claramente que la tarde venía con arte. Con lances toreros, recuerdos de su vida desde San Cayetano hasta  San Andrés pasando por Santa Marina, y recordando la vida costalera y de capataz de Rafael A. Ramírez Galvin.

Y como si tratase de una alternativa, el presentador que ya fue pregonero le pasó la espada, capote y muleta a su amigo y digo amigo, de los de verdad.

Dispuesto en su altar, cómo buen torero, sus fotos, colocadas una a una con la misma delicadeza que una madre mira a sus hijos. Una gran cuadro de la Virgen de la Esperanza, escoltados por otros dos cuadros de su Señor de la Sangre y el crucificado de Buena Muerte. Por encima del cuadro de la belleza mariana de la Esperanza, se erigía un pequeño Crucificado que muestra la grandeza del Hijo de Dios.

Y su Pregón comenzó con torería, lances templados y mesura para enfilar los primeros compases, y dejando una larga cambiada saliendo elegante y desafiante del primer tercio. Palabras de emoción hacia su padre, madre y unas medias verónicas a su esposa e hijos, que trajeron los primeros aplausos.

En el tercio de varas, apostilló con elegancia, lo que su amigo, presentador y pregonero comunicó hace ya unos años. Lances de alta torería, con un saber estar con los pies juntos y de un lado para otro con la muleta.

Arte, es la suma de lo bueno y la verdad y desplegó toda su maestría, los aplausos seguían a cada muletazo con esa parsimonia que dejaba entre ver el temple, el espacio, el tiempo y la valentía. 

Tomó la espada y el maestro, dedicó unas palabras y un aplauso a su cuadrilla de compañeros de terno negro donde con un aplauso se abrazó eternamente a ellos.

Llegó la hora de rematar la faena y antes de encandilar a los asistentes, miro al cielo, mando un beso a su padre y finalizó su faena con una gallardía y un arte de torería y costalería, que encumbró su tarde noche con los máximos galardones.

Pregón para el recuerdo de los que defienden la esencia de ser costalero y no tanta posturita y falta de decoro, donde el costalero es importante, pero en su sitio y lugar, no por alrededores para que le vean figurar.