Cuando termine marzo lo hará en Sábado de Pasión. Con la práctica totalidad de los carteles conocidos el tercer mes viene cargado con sabor a torrijas y el incienso inundando los sentidos. Los pregones y los certámenes de bandas se prodigan a medida que las tardes muestran sus ocasos cada vez más tardíos, anunciando a los vencejos que pronto legará el momento de vestir de azabache la sevillana plaza de la Magdalena, con un descendimiento que hiela los relojes.
Por el largo y ancho de Andalucía se producen también un sinfín de viacrucis. Tantos que conforman un cántico de amor a Jesús. En Málaga vimos al Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia, una de las grandes obras de imaginería de los últimos años. En Sevilla, el viacrucis de la Pía Unión nos regresó a tiempos pretéritos. Un sinfín de encuentros con el Hijo de Dios que nos han de servir para reencontrarnos con nuestras creencias.
Una Cuaresma cargada de tantos cultos acaba en ocasiones relegada a un segundo plano ante la inminencia de los días grandes. El tiempo de preparación parece escaparse ante la aglomeración de actos que casi atropelladamente pasa ante nuestros ojos. Tantos que no paran de proliferar y algunos, desgraciadamente, con apenas público que los respalde. Quedarse esperando que llegue la Semana Santa no sirve si no nos acercamos a ella con un tiempo que implique estar preparados para la celebración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.
Acudamos a los actos y cultos de nuestras cofradías, descubramos la riqueza de nuestra comunidad con los viacrucis que se celebran por las calles, formemos parte de ellos y vivamos con recogimiento una época de preparación que nos sirva para vivir una Semana Santa plena.
