La tolerancia impostora de los anticatólicos

Hay cosas que no cambian. Por mucho que los impostores, traten de esconder sus verdaderas intenciones y su maquiavélico espíritu, la maldad y el odio oculto en su fuero interno, empuja con tantas ganas que a la mínima de cambio explota. La pasada semana escribía un artículo en el que me hacía eco de un congreso cuyo fin no será otro que el de atacar y atacar a la Iglesia, esa misma que a pesar de que algunos pretendiesen que brillase con el fuego, perdura durante siglos con su verdadera esencia y con su verdadera luz.

Si examinamos algunas de las manifestaciones de odio que han permanecido más o menos latentes, podemos encontrar pintadas que evocan un pasado triste en el que los atentados a monumentos religiosos, profanaciones religiosas o ataques verbales, estaban a la orden del día. Pero lamentablemente, ante el hartazgo de muchas personas que ven un avance peligroso no sólo de los que por no respetar no respetan la diversidad sino que tratan de imponer la suya, comenzamos a ver como asoma por debajo de la puerta la patita del totalitarismo de la izquierda anticatólica que mientras se le ha obviado o se le ha hecho caso omiso, ha pensado que en España se pensaba como ellos, pero que en cuanto se le pone freno de manera democrática y pacífica, comienza a subir el nivel de violencia bien sea verbal o física.

El pasado fin de semana, entre los asistentes a la manifestación por la Unidad de España, se encontraban sin duda muchas personas de Iglesia y de bien que no sólo pedían respetar el motivo central de la marcha, sino que pedía un respeto por una cultura, por una ideología religiosa que durante años, ha estado presente en España con miles de labores humanitarias y sociales que por ejemplo el personaje público Eva Hache -no puedo calificarla como cómica, actriz o alguno de los calificativos que se impone porque como tales deja mucho que desear- no comparte, no sólo manteniendo silencio sino llamando «mierdas» a los que como digo, de manera pacífica, democrática y legal, salen a las calles con el único arma de sus banderas y sus ideas.