El barrio de San Lorenzo se ha caracterizado, a lo largo del tiempo, por esa profunda religiosidad popular que, desde hace siglos, se ha enfocado hacia distintas imágenes tan devocionales como Nuestro Padre Jesús del Calvario – desde que en sus orígenes acudiese puntualmente al Marrubial en ejercicio del Vía Crucis – el Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, la Virgen de los Remedios y, mucho más tarde, acogiendo en su seno a la hasta entonces itinerante Hermandad de la Entrada Triunfal.
Sin embargo y como bien sabemos, la configuración de nuestra bella ciudad años ha se destacaba por la ingente cantidad de hospitales, iglesias y ermitas, muchas de ellas desaparecidas actualmente por motivos muy diversos.
En este sentido y también como parte de la feligresía de San Lorenzo, cabe mencionar la Ermita – a menudo también conocida como iglesia – de San Juan de Letrán a la que ya en anteriores ocasiones nos referíamos a través de las palabras del célebre Teodomiro Ramírez de Arellano y su imprescindible Paseos por Córdoba:
En la plazuela de San Juan de Letrán hay una iglesia que se llama así por gozar de todas las indulgencias y prerrogativas de la de igual título en Roma. Es muy fea, baja de techo, éste plano y con vigas azules, y forma dos naves, la principal y otra en el lado del evangelio, teniendo a un extremo la escala porque se sube de rodillas para ganar ciertas indulgencias.
El retablo del altar mayor es muy antiguo y no malo. En el centro está un Crucifijo que dicen de las Penas, el cual debió ser para otro sitio, puesto que le han acortado los brazos y está desproporcionado; a un lado San Juan Bautista, y al otro Jesús en ademán de recibir el agua del bautismo. De estas imágenes cuidaba una hermandad, extinguida hace muchos años. Otra venera en altar propio, desde 1528, a Nuestra Señora de Villaviciosa, imagen que hicieron antes de trasladar a Córdoba la que está en la Catedral, a la que acompañaba cuando la traían en rogativa.
El principio de esta iglesia no es conocido, y sólo hemos averiguado que se incorporó a la de Roma en 1555, y con el carácter de perpetua, en 27 de septiembre de 1801. Se venera en ella un fragmento de uno de los brazos de San Lorenzo, que trajo de Roma y le donó una mujer llamada Isabel Rodríguez de Córdoba, la cual dice en su testamento que se sacó en 1555 ante el papa Paulo IV.
A la ermita y hermandad de San Juan de Letrán se incorporaron en 1622 los caballeros de Premia, quienes se reunían en sus casas, que eran unas con cinco puertas, en la plazuela de los Olmos, ocurriendo con esto muchos disgustos entre ellos y los cofrades, según consta en un manuscrito que conserva la Academia de Ciencias y Bellas Letras de Córdoba.
Con esta minuciosa descripción, pretendíamos en previas publicaciones acercarnos al pasado de la enternecedora y antigua imagen del antiguo Cristo de la Humildad y Paciencia – de autoría desconocida y realizada en el siglo XII – más conocido por los cordobeses por el sobrenombre de “Penitas”. La célebre talla del Señor, actualmente propiedad de la emblemática Parroquia de San Lorenzo, lleva consigo la advocación que tan a menudo se asocia a la iconografía denominada “de la peña” en la que se representa a Cristo sedente, en actitud reflexiva, apoyando el rostro sobre su mano derecha a la espera de la inminente crucifixión tras su llegada al monte Calvario.
Sin embargo, al margen de esta querida talla que en otros tiempos suscitase el interés de una jovencísima Hermandad de la Paz y Esperanza, quienes inicialmente pusieron sus miras en la discreta talla del Señor con la intención de adoptarlo como titular, es obligado hacer referencia a la también venerada imagen de Nuestra Señora de Villaviciosa, íntimamente relacionada desde hace largo tiempo con la ciudad eternamente protegida por el Arcángel San Rafael.
La advocación cordobesa hunde sus raíces en el poblado homónimo portugués, desde donde la talla sería traída por un sencillo vaquero, llamado Hernando, que, después de haber logrado evitar tanto a jueces como cárceles lusas por intercesión de la Santísima Virgen, acabó depositándola en la dehesa de las Gamonosas, ubicada cerca de la capital cordobesa y donde actualmente se encuentra establecido el pueblo de Villaviciosa.
Dicen los relatos de la época que la pequeñísima imagen estuvo resguardada por un alcornoque, refugio desde donde podía escuchar, una vez entrada la madrugada, los hermosos sones del violín que Hernando tocaba desecho en alabanzas a la que pasaría a la historia como la Virgen de Villaviciosa.
Lejos de permanecer en discreta calma, la imagen de la Santísima Virgen fue primero robada y más tarde recuperada en Antequera para luego ser de nuevo traída y trasladada a la Catedral por diversas razones, lugar en el que se detiene para ser arropada por el cariño del pueblo cordobés, entonces ya cobijada en su maravillosa capilla, localizada en la primitiva nave mayor y a quien hacía las veces de sacristía la Capilla Real que albergaba las sepulturas de Fernando IV y Alfonso XI.
La talla de Nuestra Señora de Villaviciosa – a la que podemos contemplar en su altar de San Juan de Letrán en la fotografía superior – después de muchos siglos al frente de la devoción popular de la ciudad que con tanta entrega la acogió, fue revestida de plata en el año 1557 a manos del orfebre Rodrigo de León, trabajo que corrió a cargo del obispo fray Bernardo de Fresneda. De esto cabe deducir que cuando contemplamos a la Virgen de Villaviciosa de la emblemática Parroquia de San Lorenzo, no estamos realmente frente a la primitiva imagen. Esta última es, por lo tanto, una réplica a la que se ha venido rindiendo culto desde 1763, la cual fue coronada canónicamente el 7 de septiembre de 1998.
No obstante, la fundación de la cofradía data de antes de 1479 en la Parroquia de San Lorenzo fusionándose posteriormente con la Hermandad de San Juan de Letrán, de la ermita del mismo nombre hasta que en 1974 se traslada nuevamente a San Lorenzo.
Así pues, en relación con la Santísima Virgen que hoy se encuentra en la hermosa parroquia fernandina y con su estancia en la Ermita de San Juan de Letrán, se conserva una añeja estampa en la que se imprimía el siguiente texto:
Sábados
Misa a la Milagrosa Imagen de Ntra. Sra. de Villaviciosa
El Papa Clemente VIII, viendo los continuos prodigios que obraba esta milagrosa imagen en beneficio de esta ciudad de Córdoba, concedió a esta su Casa y Hermandad todas las indulgencias y privilegios de San Juan de Letrán de Roma.
Tabla antigua en la Capilla de la Virgen de Villaviciosa
Por otra parte, existía asimismo en la Ermita de San Juan de Letrán una importante reliquia, también objeto de fuerte devoción popular. En el interior del desaparecido templo del que tan solo se conserva el pórtico y más concretamente en la nave del Evangelio, existía un altar amén de 28 escalones a imitación de la Escalera Santa que tradicionalmente se subía de rodillas y, a continuación, se encontraba el famoso relicario con la conocida como Santa Espina además de un pedazo de cáscara de naranja que, según se solía decir, procedía de la Última Cena.
Por su lado, el relicario que contenía la Santa Espina – que también aparece a los pies de Nuestra Señora de Villaviciosa en la fotografía que da pie a este artículo – pasó, con el tiempo, a formar parte del inimitable paso del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, dejándonos, eso sí, otro significativo recuerdo de tiempos pasados, que no es otra cosa que una nueva estampa – de la que adjuntamos anverso y reverso – en la que se referían a la reliquia aportando que “en San Juan de Letrán se venera esta Espina en Sangre bañada que es la misma que un día estuviera en la Frente de Cristo clavada”:
Los Viernes
Adoración y Misa a la Santa Espina
Son tantos los privilegios y gracias que los Pontífices han concedido a esta Iglesia de la Santa Espina, que el Papa San Gregorio dijo que no era fácil enumerarlos. Y el Papa Bonifacio, que si los fieles supieren sus privilegios, no tendrían que ir en peregrinación a Roma ni al Santo Sepulcro de Jerusalén, visitando esta Iglesia, orando, y dando alguna limosna. (Tabla antigua, junto al Batisterio).