He pasado las últimas ocho horas en coche, y desde hace prácticamente un año he pensado en el día de hoy. Más de 800 km desde el norte peninsular para llegar a pisar la arena de El Rocío, para ver por primera vez a la Reina de las Marismas vestida con su traje de pastora.
Descubrirla así, humilde, como una almonteña de épocas pasadas en una mañana de cuidado de su rebaño, pero a la vez majestuosa, enjoyada como se merece, aún sin llevar la corona de reina.
Por primera vez escuchaba murmullos que parecían sacados del famoso pregón de la Semana Santa sevillana de Carlos Herrera, pero cambiando la protagonista. ¿Y a ti como te gusta más la Virgen del Rocío? Y sin duda, como entonces, hubo disparidad de opiniones, que si de Reina, que si de Pastora. Yo también respondí a esa pregunta, pero esa opinión, me la quedo para mí y para Ella.
Por primera vez veo las calles de Almonte llenas con esas flores de papel hechas al fresco, por todo tipo de manos, de esas expertas que con toda la facilidad que da la experiencia de los años, hacen decenas de flores en poco rato, mientras miran con ternura a aquellos que apenas saben por ser la primera Venida de la Virgen a su pueblo.
Pronto volverá a ser cubierto el rostro de la virgen en un altar para cruzar los pocos kilómetros que separan su Aldea de su Pueblo, en una nueva noche sin fin. Almonte se prepara para una nueva Venida, y yo, veré por primera vez la imagen de una Reina con su rebaño, vestida de Pastora.