La Junta de Gobierno de la Hermandad de la Merced ha nombrado a sus capataces para el próximo Lunes Santo, renovando su confianza en Raúl Casares Zafra, para que continúe siendo el máximo responsable de la cuadrilla de hermanos costaleros del paso de misterio Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas y eligiendo a Alfonso Casero López e Ismael Brenes Troya para comandar a los hombres que tienen en privilegio de llevar sobre sus hombros a Nuestra Madre y Señora Santa María de la Merced confirmando lo que adelantábamos el pasado mes de abril, cuando anticipamos que el capataz (capataces en este caso) del paso de palio de la Reina de San Antonio de Padua debería salir del equipo que ha acompañado a los hermanos Fernández en los últimos años. Un relevo natural.

La Hermandad de la Merced cerraba este Lunes Santo una etapa importante de su historia, la que guarda relación con la cuadrilla del paso de palio de la bellísima dolorosa de Francisco Buiza y más en concreto con su dirección, toda vez que la persona que ha ejercido de capataz durante más de cuatro décadas, Pepe Fernández, ha tomado la decisión de cerrar esta etapa de gloria al frente de uno de los pasos más admirados de la Semana Santa de Córdoba.
Siempre con el importante apoyo de su mano derecha, su hermano Sebastián, que también dejaba su puesto, Pepe Fernández ha dejado un sello inconfundible, perfecta simbiosis entre la elegancia y la alegría que siempre destila el andar del paso de Santa María de la Merced, fruto de un impecable trabajo cimentado en décadas de sabiduría puesta al servicio de la cofradía del Zumbacón. Y lo que es más importante, deja su cargo en el punto más álgido de esta impecable trayectoria, evidenciada en una puesta en escena que brilló de manera sublime este Lunes Santo, con la Virgen de la Merced embelesando a la Córdoba cofrade.
Respetado y admirado, Pepe Fernández deja una huella imborrable, imposible de borrar. Un hueco que será muy complicado de rellenar para las personas que deben asumir el reto y ostentar el privilegio de ser timoneles del velero en el que la Virgen de la Merced seguirá enamorando a Córdoba. Un relevo que, en buena lid, habrá de estar dotado de la naturalidad necesaria para que el cambio fluya con éxito.