Cuando el reelegido hermano mayor de la Hermandad de los Dolores ponía entre los principales objetivos de su nuevo mandato el apostolado parecía que estaba señalando algo obvio. Y sin embargo el subrayar algo que parece tan íntimamente ligado a una organización católica, como es una hermandad de penitencia, no sólo hoy en día es necesario, sino que se torna imprescindible.
La sociedad posmoderna que padecemos, y su ideología nihilista, retuerce y vacía de contenido la esencia de las cosas para hacerlas un producto, éste además debe tener una característica suprema que es su escasa perdurabilidad ya que debe ser prontamente reemplazado, por lo cual no importa su calidad, la esencia y calidad son obstáculos. El resultado: arte basura, música basura, comida basura, relaciones personales basura y personas basura.
Es por ello por lo que el cofrade, entendido como la persona que pertenece a una hermandad y cofradía, no el friki que discute sobre tocados, mantos, flores o dimensiones de pasos, debe en la actualidad andar muy vigilante sobre cuál es el motivo último de su entorno. Los hombres recios que en los postreros años treinta y principios de los cuarenta se juntaron para crear nuevas hermandades rescatando advocaciones señeras o erigiendo otras nuevas que tenían mucho que ver con sus vidas, no olvidemos que esos hombres y mujeres habían soportado una cruenta persecución religiosa a la que había sucedido una espantosa guerra civil, se entregaron al apostolado a través de las hermandades para reafirmar una Fe que habían visto en peligro y que era consustancial con su propia forma de ser.
Sin embargo, el individuo del siglo XXI es mucho más melifluo, también un cofrade mucho más dúctil y paradójicamente separado del hecho religioso, es por eso que el cofrade de corazón, el que todavía va a un cabildo de su hermandad, el que se entrega en cuerpo y alma a sus titulares y hace de eso un orgullo personal y familiar debe pelear para que el apostolado siga siendo la piedra angular de una hermandad y no sea sustituida por la industria cofrade, ésa que lo fía todo a la rentabilidad de las mejores bandas, las mejores cuadrillas, las mejores “madrugás”, en una rueda que debe continuar hasta el paroxismo.
Toda cultura tradicional valora al hombre que persigue el Ser antes que el parecer, hoy existe Instagram.