Ayer se vivió en Santa Marina de Aguas Santas un hito de esos que se califican de histórico, personalmente no me gusta el adjetivo por manido y trillado, pero es cierto que la jornada fue grande para los que vemos, entre otras cosas y no poco importante, en la Semana Santa y el mundo cofrade la transmisión de una llama que pasa de generación en generación.
Desde los Cielos sé papá que miraste con una sonrisa de satisfacción la entrada de tu Virgen en la que era tu iglesia, por desgracia no pude honrar ese momento y a tu amor por la Esperanza como hubiera sido cabal, motivos muy prosaicos en el fondo como son los llamados laborales necesarios, pero no importantes me lo impidieron. Sin embargo, no dejé esa tarde de pensar en lo que para ti significaba algo que no era material sino una plasmación de la Fe en Nuestro Señor Jesucristo y su Bendita Madre.
El autor de la talla, el maestro Cerrillo, describió su obra como llena de “unción de dolor sereno y finura” el niño que fuiste que salía a ver mundo desde su domicilio en la “casa de los músicos”, en la misma plaza del Conde de Priego, y correteando un momento hasta llegar a la iglesia de Santa Marina rezaba a su Virgen vio otras muchísimas cosas que el adulto nunca hubo de olvidar y así quisiste contar a tus hijos.
Prometo Papá que el próximo fin de semana estaremos los dos junto a la Esperanza, que seré el vehículo con el que besarás sus manos, que juntos rezaremos por todos los que son tuyos, a la que también es tu Virgen. No se tratará de acabar con un mal sabor de boca sino una constatación de que la llama sigue viva, que tus palabras calaron y tu cariño por esa Virgen morena está presente y de que más allá de pendientes, mantos cortos o largos y arbóreos bien o mal ubicados lo que no se puede medir es la devoción y el amor por una imagen sagrada; si se olvida lo que eso conlleva, si eso pasa a un segundo plano el mundo cofrade no tiene importancia, no es nada sólo una industria más.
Lo prometo papá, allí estaremos.