Sábado de pregón. Sol de justicia en la calle. Ambiente cofrade y alicantino en el Bulevar Gran Capitán. Corrillos de personas soñando con lo que se avecina. Entrada pausada en el Gran Teatro con la expectación propia del acto.
Suena la primera marcha La Esperanza del Valle, compuesta por Alfonso Lozano Ruiz; tras la que van sucediéndose Marcha Fúnebre Op. 35 de Cipriano Martínez Rücker (marcha que cumple 125 años); Estrella Bendita, de Antonio Moreno Pozo y Saeta Cordobesa, obra de Pedro Gámez Laserna, dedicada por la Banda al componente recientemente fallecido.
El escenario acoge este año una nueva decoración, pues no lo preside la Cruz Guiona, sino la cruz de guía de la Hermandad de La Cena escoltado por dos faroles. Dos carteles acompañan al pregonero, Maria Santísima Nazarena y Maria Santisima de la Esperanza del Valle.
Tras la reseña del pregonero por parte del presentador… Comienza el pregón.
Francisco Román se presenta ante los presentes como un humilde cordobés nacido en San Lorenzo, bautizado en San Rafael y salesiano de formación. Un hombre sin méritos algunos para pregonar la Semana Santa de Córdoba, según dice. ¡No tienes razón, Paco!
Encomendándose a María Auxiliadora comienza mirando hacia su interior, rebuscando en el cofre de sus recuerdos para revivir con el público sus primeras Semanas Santas. Unas Semanas Santas vividas junto a la familia de Martínez Cerrillo, ¡casi ná! El pregonero recuerda como su hermana y la hija de “Juanito, el escultor” no podían vestir la túnica como sus hermanos; como entre juegos pasaban las tardes ayudaban a dar los últimos retoques antes de la Estación de Penitencia. “Los más cursis dirán que era una Semana Santa en blanco y negro, pobretona y pueblerina, cuando habría que hablar de barroca austeridad, de sobriedad, contención y… ¿por qué no?, también de falta de medios. Pero para mí tenía todo el colorido y la grandiosidad que la mente de un niño es capaz de imaginar”, dice el pregonero.
Recuerda la bendición de Nuestro Padre Jesús de la Fe en su Sagrada Cena el 23 de abril de 1993. Recuerda su primer encuentro a través de un cartel. “Aquel primer encuentro sacudió mis entrañas, porque muy poco después, estaba pidiendo el ingreso a mi Hermandad de la Cena. Algo muy especial había en aquella actitud serena, a caballo entre el éxtasis místico y la agonía existencial, en la que Cristo no piensa sólo en los discípulos con Él reunidos, sino que, al levantar sus ojos hacia el horizonte, convierte el momento en universal: la nueva Alianza será para todos”, recuerda Román.
Concluye esta parte del pregón con tres conclusiones: “Tres son las conclusiones que saco de todos estos años: Primero, en palabras de Monseñor Amigo Vallejo, que «las cosas grandes no se entienden, se viven». Segundo, que la Semana Santa se basa en la tradición familiar: de abuelos a padres y de padres a hijos… y, tercero, que nadie es imprescindible, aunque todos somos necesarios… ¡no estamos aquí para ser servidos, ni para “hacer carrera”! ¡Esa es la base de todo: sentimiento, familia y servicio!”.
Paco Román vuelve al presente reflexionando sobre el sentido de la Cuaresma. Cabe destacar la crítica realizada “con todas las reservas” por su parte de la proliferación “en exceso con salidas extraordinarias más o menos justificadas, algunas no había por dónde cogerlas y hemos provocado escenas ciertamente preocupantes, por el grado, de insensibilidad e inconsciencia, demostrado por muchos de nosotros. Junto a los cangrejeros profesionales, nuevas tribus “subkofrades” de reporteros ocasionales, de influyentes de pacotilla y una última subespecie gritona y maleducada de
aulladores, han tomado las calles”.
Aplauso del público que sigue ávido de las palabras que emanan de lo más profundo del pregonero, que llama a Córdoba a despertar del letargo del frío invierno y vivir con los cinco sentidos la Semana Santa: “¡Córdoba ya presiente un nuevo jueves nazareno de Fe y Esperanza! “¡Córdoba ya vislumbra un nuevo Domingo de Resurrección!”
Poco a poco Román desgrana la Pasión según Córdoba, llevándola al Gran Teatro a través de imágenes de Cristos de nuestra ciudad en el orden cronológico que narra las Sagradas Escrituras. Recuerdo especial en el pasaje de la Sagrada Cena a las mujeres, “a las valientes”, como las llama, pues fueron las que no dejaron solo a Jesús en ningún momento, no así los hombres, que huyeron despavoridos. Al final de algún que otro pasaje recuerda imágenes marianas, como es el caso de La Esperanza, La Estrella o La Paz, coronada canónicamente el pasado mes de octubre. Especial es su poema a María Santísima Nazarena, una Virgen de la que el pregonero está enamorado.
Y llegamos, casi sin darnos cuenta a la Resurrección. Ese Domingo donde todo acaba, pero todo comienza. Es ahí, justo en ese momento donde el pregonero nos ofrece una de las más valiosas enseñanzas: “las dos patas sobre las que se asienta nuestra certeza y nuestra esperanza de cristianos y cofrades: la Eucaristía y la Resurrección”.
Como punto y final, Paco Román dedica un epílogo a la que es ancla en su fe cristiana. A la “Rosa de Poniente”, María Santísima de la Esperanza del Valle. Una oración donde el pregonero le abre de par en par su corazón e implora la salvación.
Paco Román, pregonero de la Semana Santa de Córdoba 2023, ha regalado un pregón a la ciudad repleto de instantáneas que serán encuadernadas en el libro de oro de los pregones de nuestra ciudad. Un pregón escrito desde el sentimiento y siendo conocedor de lo que los cofrades necesitamos escuchar a las puertas de nuestra Semana Santa.