Cruz de guía, Opinión

Cruz de guía | Divina Madera

Se hizo el silencio. Ni siquiera los berridos de los cuatro guiris de turno pudieron romper la realeza de la efigie de un Señor Humilde y Paciente. Poderoso en su andar y Misericordioso en su tierna mirada. Rey de Reyes que conquistó Málaga en forma de Madera Divina e inquebrantable.

Entre una nube de incienso y en los recónditos callejones del centro malacitano aparecía Él. Sí, la obra maestra de Ruíz Montes, sentado, silente y a la espera del cruel desenlace en un arrebato de sencillez y grandeza sobre la escarpada roca que rememora el contorno del mismísimo monte Calvario.

Fue un suspiro, una tenue brisa en la noche sureña, una leve brizna de melancolía en el más profundo silencio en el que los hermanos de negro se esparcían a lo largo de la calle Santa Lucía. Era el preludio de la Cuaresma, el camino hacia un Calvario sanador, el instante inmediatamente anterior a aquel quejío de la corneta que volvió a conquistar los más fieles corazones en la puerta eterna de la seo malagueña. Una noche subsistente en el camino de la memoria ante la mirada atónita de la historia que pocas veces vio una escultura como esta transformada en el mismísimo Hijo del Hombre. Una conversación entre el corazón y Él.

El Señor de la Humildad y Paciencia. El Rey silente y conversador. El que sin articular palabra nos habla. El que sin levantar la mirada nos mira. El Señor y yo en un diálogo indescriptible que solo pudo durar unas milésimas de segundo, un instante, pues si durara este gozo algún minuto más no habría cuerpo que lo aguantara.

Gracias Señor.