100 años y un suspiro. Un auténtico instante para conmemorar la creación de la primera obra procesional de la historia de las cornetas y los tambores. La asignatura pendiente de una ciudad hacia una de las figuras más prestigiosas del orbe cofrade.
Alberto Escámez y su obra primigenia, “La Milagrosa”, un tándem que dio origen a la banda sonora celestial de la Semana Santa, cumplen 100 años de historia con la invocación de la música más clásica en las tablas del remozado Teatro Cervantes de Linares y con el eterno recuerdo que quedará plasmado en forma de lápida marmolea del primer lugar que vio inhalar al padre del estilo de las cornetas y los tambores. Una andadura de distinguido sello que dio a luz a composiciones musicales que aún hoy siguen siendo interpretados por todos los rincones de España.
Su paso por Málaga supuso el comienzo de un camino que hoy en día ha alcanzado una sofisticación total. Poco queda, actualmente, de aquellas marchas de reconocido corte militar en las composiciones de firma coetánea. Sin embargo, configuró la base de un estilo que, a lo largo de los años, ha instaurado su idiosincrasia en la forma de andar de pasos y tronos por igual, a pesar de que no fuera ideado para tal función, pues fue, si bien, originado para encabezar el frente de una procesión. Este hecho ha estado latente durante decenios en la forma de procesionar de las hermandades malagueñas, las cuales mantuvieron la estilísca dulcificada de la mecida de sus tronos al son de las bandas de música -aún procesionan así tronos como el del Cristo de la Expiración o el del Dulce Nombre Nazareno del Paso- más propias de los palios en determinadas zonas
Es en la capital de la costa del sol, el enclave escogido por la gracia de Dios para que en 1918 diera inicio la historia de las bandas de cornetas y tambores con la formación pionera del estilo que llevó y lleva por nombre, el del Real Cuerpo de Bomberos. Una formación a la que accedió el atrevido Escámez a la temprana edad de 24 años para determinar las primeras huellas del estilo en colaboración con los conocidos Bernardo Poyuelo y Pascual Zueco Ramos.
Sin solución de continuidad, en las filas de la primitiva banda, concibió aquella composición musical que supuso un antes y un después en la historia de la música cofrade y de la que se cumplen 100 años sumergidos en un legado que ha llegado hasta nuestros días. Posteriormente, se sucederían obras como la reconocida marcha “Cristo del Amor”, “La Dolorosa” o “Nuestra Señora de Consolación y Lágrimas”, entre otras muchas que completarían el espectro musical de aquella formación que acabaría siendo el alma mater del estilo de las cornetas y los tambores.
Para culminar de la mejor manera posible, lo haría de la mano de la devoción linarense por antonomasia. La última marcha que compuso para los Bomberos de Málaga no podría ser otra que la dedicada a la “Virgen de Linarejos”, en el último suspiro de su carrera militar y musical en la capital malagueña, dando así fin a su paso por el génesis de la manera más gloriosa.