El Capirote, Opinión, Sevilla

El capirote | De imprescindibles a imposibles

En 1624 Pedro Roldán nace ocasionalmente en Sevilla. Se trasladaron allí por una obra encargada al padre. La familia se afincó en Antequera. Después regresaron a la céntrica ciudad andaluza. Y con catorce años se traslada a Granada para ser aprendiz de Alonso de Mena. Sobre Pedro Roldán se ha escrito tantas publicaciones que sobre él es fácil encontrar información al respecto.

El Museo de Bellas Artes de Sevilla está trabajando en una gran muestra que dedicará a uno de nuestros más insignes escultores, porque el padre de Luisa Roldán nació el 14 de enero de 1624, por lo que se cumple el próximo año el IV centenario de su nacimiento.

Entre las obras que formarán parte de la muestra está confirmada la presencia del Cristo del Perdón, de Medina Sidonia. Hasta allí se trasladó para ejecutar una talla que se convirtió en titular de una hermandad de penitencia, fundada en 1667 en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor La Coronada, donde todavía permanece. Una representación que tiene su antecedente en un grabado del pintor alemán Alberto Durero, cuyas obras tuvieron gran impacto en la Europa del momento.

Si la muestra se hubiera celebrado en otras regiones, probablemente habríamos visto una exposición más completa sobre un imaginero que ya gozó de su reconocimiento en vida, al contrario que otros que obtuvieron la fama después de fallecidos. Pero como aquí somos incapaces de trasladar las sagradas imágenes titulares a museos para que formen parte de exposiciones —pudiendo ser igualmente veneradas—, nos quedaremos sin ver obras de capital importancia como ya sucedió con la tuvo como principal protagonista a Martínez Montañés en noviembre de 2019 con motivo del 450 aniversario de su nacimiento.