Con la venia, Opinión

El turismo cofrade ahoga la Semana Santa

El turista ve el viaje como un acontecimiento esporádico y ajeno a su realidad del día a día, el viajero siente el viaje como algo que es parte de su vida. No es una diferencia baladí, antes al contrario, es fundamental y define lo que hace de una persona una cosa u otra. 

Septiembre de 2018 

Unos jóvenes españoles con posibilidades económicas viajan a África en busca de las últimas tribus perdidas. Han oído, y visto por internet que en el corazón del continente todavía hay comunidades tribales que viven como sus ancestros: cazan, guerrean, y se desenvuelven como antaño. 

Los jóvenes conducidos por varios “guías” a bordo de un todoterreno, con pegatinas de una agencia de viajes, entran en el territorio de la tribu, allí los nativos les bailan, exhiben sus arcos y flechas, incluso traen al cercado algún animal muerto; por último, se fotografían todos juntos los españoles con bermudas y camisetas, los africanos que no vienen de la ciudad, con taparrabos mientras hacen fuego con piedras. 

El fin de fiesta tiene lugar y el chamán aparece ataviado con toda la parafernalia atribuida a su oficio, en las películas hollywoodienses, recita lo que parecen plegarias y envuelve a los visitantes con un humo salido de la quema de alguna planta del lugar. 

El grupo español se marcha satisfecho, quiere regresar a la ciudad para seguir con su viaje turístico; sin embargo, el chamán coge del brazo a uno de los chicos, en perfecto inglés le pregunta si cómo piensa ellos son españoles, y confiesa que él es un abogado, que trabaja en la capital del país pero que de vez en cuando ayuda a su familia con interpretaciones como esa para los turistas europeos, americanos, y asiáticos, y que es seguidor del Real Madrid.

Año 2017

Unos turistas españoles viajan a Nueva York, no muchos días, es un paquete turístico de esos de una conocida agencia de viajes, su agenda es apretada, tienen que ir a Manhattan, ver la isla Ellis, pasearse por las calles del Bronx acondicionadas para las innumerables hordas de visitantes que todos los años pasan por allí, y hacerse un selfie en los barrios judío y chino. 

Los ultraortodoxos los miran resignados como un peaje que tiene que sufrir, con los orientales 
tiene más suerte hay un desfile, logran enterarse de que es un acto por la festividad del nuevo año chino, observan el festejo y agradecen su colorido, es pintoresco a sus ojos, sin embargo, no entienden nada de la simbología que se les presenta más allá de que hay muchos dragones.

En un año anterior al COVID

Un cofrade sale de trabajar a las diez de la noche y se encamina a su coche, tiene dos días de fiesta por delante, Jueves y Viernes Santos, sabe que le espera un duro viaje de más de mil kilómetros ida y vuelta, supone que durante la noche hará veces que se sentirá vencer por el sueño, va sólo y sonríe pensando en los que entre veras y bromas le han tachado de loco, pero él tiene una misión es un peregrino que desea vivir la autenticidad de la Semana Santa junto a la procesión de los Capas Pardas de Zamora; constricción, fervor, silencio palabras que vuelven a tener un significado.

Hoy

Para mí el concepto de turismo cofrade es una contradictio in terminis.