Opinión, Pugnans enim veritatem

Frente a frente con Jesús

Debo comenzar reconociendo mi especial devoción por la Sábana Santa, ya que la considero eje central de la creencia de todo cristiano. En esa tela de lino de 4,36 metros de largo por 1,09 metros de ancho, se concentra la base del sacrificio que Dios ofreció para nuestra salvación. Sangre, muerte y resurrección quedaron impresas en un entrelazado concreto de fibras que tuvieron la suerte de contener el cuerpo inerte de nuestro salvador, y que testifican el misterio de la resurrección del cuerpo y alma de Cristo.

Una vez dicho esto, quiero poner la atención en algo que poseemos en la ciudad de Córdoba y que no tiene todo el respeto y atención que mereciese -nos guste el mundo Cofrade o no- como es el Cristo Sindónico que la Hermandad Universitaria pone en la calle cada Martes Santo y que se guarda en una intima capilla en la Iglesia del Juramento. Para los que lo desconozcan, esta maravillosa obra de arte fue tallada por las manos de uno de los mayores estudiosos de la Síndone que se custodia en Turín como es el profesor Miñarro. Fruto de estos estudios, el profesor y escultor, reprodujo milimétricamente la imagen grabada en el lienzo de lino que a todas luces, cubrió el cuerpo de Jesucristo ya muerto. Heridas, materia orgánica, detalles, en definitiva la viva imagen de Cristo muerto en la Cruz, están al alcance de cualquier persona que verdaderamente quiera sentir la presencia tal cual de Cristo cara a cara.

Muchos son los sentimientos y reacciones que despierta toparse de bruces con una realidad tan histórica como la de sentirse por un momento en el mismo momento en el que Jesús fruto del maltrato, la asfixia y el mandado del Padre yace muerto en la Cruz. Pavor, terror, tristeza, admiración e incluso conversión, son algunos de los sentimientos y sucesos que pueden tenerse cuando en la soledad y el silencio del Templo se observa lo que fue capaz de soportar un cuerpo humano como salvación a nuestras miserias.

Como digo, siento como esta posibilidad al alcance cercano de muy pocos, no es aprovechada por aquellos que al menos de “boquilla”, dicen ser cristianos. Desconozco si es la ausencia real de espíritu cristiano, el gusto por el carnavaleo cofrade o el miedo de saberse completamente sucios delante del Inmaculado Corazón de aquel que murió por ellos, pero lo que sé es que en mis numerosas visitas a esta preciosa y humilde capilla, se le suma una característica más, y es la soledad de Cristo.