La Navidad es tiempo de esperanza, de paz y felicidad. Celebramos el nacimiento del Niño Dios junto a nuestros seres queridos. Inundamos nuestros hogares de luz y alegría al son de alegres melodías. Al pasar estas fechas nos olvidamos de ello, sin recordar que, al igual que los Tres Magos de Oriente obsequiaron al Rey del Mundo con oro, incienso y mirra; Jesucristo, nuestro Señor, nos regala un nuevo amanecer para recordarnos que cada día es una nueva Navidad.
Para felicitar la Navidad de 2022, hemos escogido la Adoración de los Magos de Pedro Pablo Rubens, un óleo sobre lienzo de 1609 que pasa por ser una de las obras destacadas dentro de la colección de Rubens que atesora el Museo del Prado, no solamente por ser la de mayores dimensiones sino también por la importancia histórica y técnica de la misma. Iconográficamente representa el momento en el que los tres reyes, acompañados por un gran cortejo, presentan sus regalos al niño Jesús. Éste, en brazos de su madre, parece juguetear con el incienso que le presenta Gaspar, arrodillado ante él. La escena se sitúa al exterior, con una referencia al pesebre en la parte izquierda, transformado en una arquitectura clásica. Los ropajes de los reyes, con capas bordadas de rico colorido y gran riqueza, como los adornos de piedras preciosas y joyas de Baltasar, y el número de acompañantes, muestran el lujo de este cortejo.
La escena tiene lugar de noche, como se observa en el cielo del segundo plano. Sin embargo la luminosidad es clara y el foco surge desde la figura del niño Jesús, que irradia la luz que incide al resto de los personajes. La grandiosidad de la obra se observa en la multitud de personajes, cuya posición permite trazar una diagonal desde la esquina superior derecha que confluye en la figura del niño, punto central de la obra. Es una composición llena de movimiento y dinamismo, donde cada uno de los personajes se estudia de manera individual y en su conjunto, mostrando diferentes posturas y planos.
La obra fue realizada en dos momentos; el primero en torno a 1608-1609 y veinte años después fue ampliada por el propio artista. La primera versión se conoce gracias a un boceto conservado hoy en Groninger Museum en Groningen y permite entender como fue la primera idea de Rubens; una composición más horizontalizada que recuerda a los frisos historiados de la antigüedad clásica. En ella se ven huellas del aprendizaje de su viaje a Italia, inmediatamente anterior a la realización de esta obra, como se observa en los porteadores del primer término que recuerdan a las figuras vigorosas y fuertes de Miguel Ángel y a las de Caravaggio, con el detalle de la planta sucia de los pies que uno de ellos enseña al espectador.
Los añadidos se centran en la parte derecha y superior de la composición, donde aprovechó para introducir su autorretrato en el hombre de la casaca morada detrás del caballo, y otra referencia a la tradición italiana; los dos criados que tratan de sujetarse uno al otro se inspiran en el Incendio del Borgo de las estancias vaticanas pintadas por Rafael. Además de agrandar la composición, Rubens también realizó algunos cambios en su obra y retocó algunas de las partes ya pintadas, con una técnica mucho más suelta.
La obra fue un encargo de la ciudad de Amberes en torno a 1608 para decorar el Salón de los Estados del Ayuntamiento, que acogería la firma de un tratado de paz entre España y las Provincias Unidas conocido como la Tregua de los Doce Años. La importancia simbólica de la obra se unía al programa decorativo de la sala, donde también colgó la obra de A. Janssen, Scaldis y Antwerpia, una alegoría del río Escalda y de la ciudad de Amberes, conservado hoy en el Museo Real de Bellas Artes de dicha ciudad.
Ambas obras respondían a un intento por plasmar los deseos de paz y los logros diplomáticos que se conseguirían con la firma del tratado. Así la Adoración de los Magos Jesús, según argumenta J. Vander Auwera en su artículo para el catálogo de la exposición del Museo del Prado en el 2004, sería una representación simbólica de los archiduques como guardianes de la paz en estos territorios y, el gran cortejo que acompaña a los magos, los dignatarios que vienen a presentarles sus respetos.
La obra llegó a España de manos de Rodrigo Calderón, un político y diplomático flamenco al servicio de Felipe III y al que Rubens había pintado en un retrato ecuestre similar al que había pintado para el duque de Lerma. De hecho Calderón era el favorito del duque y la ciudad de Amberes pudo habérsela regalado para ganarse el favor tanto de Lerma como del propio rey. El lienzo llegó a España en torno a 1613 y, con la caída en desgracia del diplomático en 1621, la obra pasó a manos de Felipe IV dos años después, que la colocó en el cuarto bajo del Alcázar de Madrid. Allí fue donde la vio Rubens cuando volvió a España entre 1628-1629, decidiendo retocarla.
Fuente documental: Museo del Prado