Córdoba, Portada

La crónica | El Martes Santo se está convirtiendo en una auténtica maravilla

El Martes Santo se ha convertido, con el paso de los años, en la jornada de las cofradías que van construyéndose ante la mirada inquieta y en ocasiones impaciente de la Córdoba Cofrade, acostumbrada a hermandades con demasiada prisas en el pasado que terminaban desembocando en proyectos efímeros o circunstanciales. No es el caso de la mayor parte de las cofradías que conforman el Martes Santo contemporáneo, todas ellas inacabadas, pero que vienen desarrollando una interesante y loable evolución paulatina, degustada a sorbos muy pequeños, los justos para que sean paladeados con el placer de constatar el crecimiento año a año, al tiempo que crecemos nosotros mismos, edificando cofradías que se están convirtiendo en magníficas realidades. Y este Martes Santo no ha sido una excepción.

La Agonía es una de estas cofradías. Lejos quedan aquellos primeros años de dudas – propias y ajenas – matizadas y tamizadas por la ilusión de sus protagonistas. Unas dudas que se fueron difuminando a medida que esa evolución de la que hablamos fue evidenciándose al mismo tiempo en que se transformaba el sueño en realidad. Hace ya años que el cortejo de la Agonía merece el elogio hasta de quienes fueron, en el pasado, sus más recalcitrantes críticos. Es una cofradía de barrio y como tal se desenvuelve a lo largo de todo su recorrido. Esa es su esencia, su autenticidad y su idiosincrasia, que se palpa entre sus nazarenos y entre los cientos de vecinos del barrio que acompañan su caminar de regreso a casa.

Como queriendo robar parte del indiscutible protagonismo que la dolorosa de González Jurado acapara desde que se convirtiese en el epílogo perfecto para la cofradía del Naranjo, el paso de misterio el Crucificado de Castillo Ariza reclamó la cuota que le corresponde por derecho propio, como por derecho anda la cuadrilla del Señor, que tiene la infinita fortuna de llevar detrás nada más y nada menos que a la Banda de la Salud, un verdadero escándalo de potencia, interpretación y compás, capaz de levantar el encendido aplauso incluso en los puntos de su itinerario por los que la que la cofradía pasa como un suspiro buscando el oasis del corazón de su barrio. Así lo demostró hace unas horas en la ciudad de Sevilla, donde despertó el elogio de propios y extraños, y así lo ha vuelto a constatar con su cofradía.

Y detrás, Ella, luminosa, bellísima, perfecta, entronizada bajo ese ilusionante palio rojo incandescente, nacido de la creatividad de Julio Ferreira y que está materializando el taller de Jesús Ferreira que apunta a auténtica barbaridad cuando lo propicie la necesaria estabilidad que deberá surgir de las inminentes futuras elecciones para elegir hermano mayor, y del que ya tenemos la suerte de gozar de su bambalina delantera. Muy Acompañada por la Banda del Carmen de Durcal, la cuadrilla de hermanos que ha tenido la fortuna de pasear una vez más a la Reina del Naranjo demostró una ilusión desbordante que iba provocando el aplauso y la sonrisa cómplice del público asistente a cada metro descontado hacia el hogar. A lo largo de toda la jornada, la Virgen de la Salud volvió a conquistar, con su maravilloso aroma, el corazón de todos los cordobeses en una jornada que volvió a ser inolvidable y que ha de suponer un punto de inflexión para volver a coger impulso para profundizar por el sendero del crecimiento.

El Buen Suceso le ha regalado este Martes Santo al pueblo de Córdoba una excelente puesta en escena. Una imagen magnífica, potenciada por los avances patrimoniales presentados por la cofradía en los últimos años, a la que ha contribuido sin ningún género de duda las dos bandas espectaculares con las que cuenta la cofradía: la Banda de Música de Nuestra Señora de la Estrella para acompañar a la Virgen de la Caridad y la Banda de Cornetas y Tambores Monte Calvario de Martos para hacer lo propio con el paso de misterio de la corporación de San Andrés. Ambas formaciones han vuelto a dejar el listón muy alto.

La Banda de la Estrella lo lleva demostrando toda la Semana Santa. Especialmente exquisita ha sido la interpretación de “Soleá dame la mano” a las puertas de la Carrera Oficial. Lo mismo ha sucedido con la formación musical marteña que ha demostrado un gran nivel tras el misterio de la corporación que cumple su primer medio siglo de existencia, con un magnífico repertorio, acorde con el sello que ha implementado la cofradía de San Andrés.

Cuando comenzó a gestarse el proyecto de la Hermandad Universitaria fuimos muchos los que pensamos que gozaba de un notable interés y que podía aportar un elemento de diversidad del que la Semana Santa de Córdoba carecía. Una hermandad que cuenta con dos de las mejores imágenes, a juicio del que les habla, de cuantas habitan en el corazón de la Córdoba Cofrade. La Virgen de la Presentación es una belleza, dotada de una dulzura y de una unción sagrada, fuera de toda duda, que tiene la capacidad innata de convocar a la oración con su mera presencia. El Cristo de la Universidad, el impactante crucificado sindónico, obra del profesor Juan Manuel Miñarro, es una auténtica maravilla, una imagen excepcional, de una categoría y una perfección que resulta extremadamente complejo expresar con palabras. Que emociona y descoloca a partes iguales pero que despierta en el espectador un sentimiento descarnado a flor de piel que muchos no logran.

Sin embargo, con el paso de los años y la desesperante ausencia de evolución experimentada por la corporación de la Basílica del Juramento, somos también muchos, curiosamente algunos de los que recibimos la idea original con bastante ilusión, los que nos sentimos profundamente decepcionados y defraudados. Y que, por consiguiente, perdimos hace mucho tiempo la esperanza de que esta cofradía cuaje en algo que verdaderamente aporte algo trascendente a nuestra Semana Santa. Porque salvo las maravillosas imágenes prácticamente todo lo demás es decepcionante.

Y conste que no me encontrarán entre quienes se rasgan las vestiduras por el hábito de sus escasos penitentes. Puede gustarme más o menos, pero no me parece algo especialmente censurable. En cambio, determinadas figuras que aparecen en el cortejo y esencialmente los pasos, por llamarlos de algún modo, sobre en los que están entronizados el Santo Cristo y su Madre, son impropios de una cofradía de Semana Santa, o al menos de la Semana Santa de Córdoba. Dos elementos perfectamente prescindibles de los que, por ende, habría que prescindir con urgencia, que no solo minimizan a la Cofradía Universitaria sino, por extensión, a toda la Semana Santa de Córdoba. 

El Prendimiento es siempre una de las corporaciones que mayor expectación despierta en la calle. Una cofradía eminentemente popular, dotada de un carisma incuestionable que concita, de manera ineludible, la atención del gran público. Prueba de ello es la marea incontenible que se dio cita a la entrada de la cofradía en la calle María Auxiliadora adonde llegó exultante la Virgen de la Piedad. Una expectación que se ha visto potenciada en los últimos años con el interesantísimo cambio de rumbo que ha experimentado la puesta en escena de la corporación por las calles del Martes Santo. Un giro que ha merecido el aplauso de la mayor parte del pueblo cofrade merced al excelente trabajo realizado por el equipo de gobierno de la corporación que se ha convertido en una auténtica referencia en muchos aspectos, como la gestión de las redes sociales, y está misma noche ha sido una nueva prueba de ello. El anhelado estreno del nuevo palio de la Virgen o la casa hermandad han de ser dos de los hitos que marcarán el devenir de la Hermandad en los próximos años.

La espectacularidad del paso de misterio del Divino Salvador, desde hace años, se ha visto tamizada por la mano de su capataz, Juan Horacio de la Rosa. Un hombre que ha sido capaz de fusionar la brillantez que exige un paso de misterio de estas características, máximo exponente de lo que es una hermandad de barrio, con todo lo que ello implica, con una elegancia que aún sorprende para quienes hemos presenciado otros tiempos de la cofradía de María Auxiliadora. Una elegancia no exenta de fastuosidad cuando la situación lo requiere. Cualidades potenciadas y amplificadas por el buen hacer de la Agrupación Musical Cristo de Gracia, cuyo magnífico nivel ya no sorprende a nadie y que puso el contrapunto perfecto alternando marchas de corte clásico con otras con ese sabor genuinamente aflamencado que en la ciudad de Córdoba solo los músicos del Alpargate son capaces de explotar.

Tras la grandiosidad de uno de los misterios más logrados de la Córdoba Cofrade, emanado de la gubia imaginera del cordobés Antonio Bernal – el día en que el paso esté concluido serán palabras mayores -, caminaba la Virgen de la Piedad, sublime, magníficamente vestida por Manuel Jiménez, extremadamente elegante, con una finura en sus movimientos que embelesaba los sentidos, condiciones que ha potenciado la cuadrilla de la mano de su capataz, Jesús Ortigosa, siguiendo la estela marcada por su predecesor, Juan Carlos Vidal, y hacen preguntarse, a propios y extraños, cómo nadie cayó en la cuenta antes de que es así como la dolorosa del Santuario debe ser paseada por Córdoba. Una adecuada selección de marchas interpretadas de manera excepcional por la Asociación Musical de La Algaba, puso el elemento que faltaba para concluir un Martes Santo de ensueño para la cofradía Salesiana.

El nivel evidenciado por la Hermandad de la Santa Faz en los últimos años es excepcional. Un cortejo perfectamente dispuesto y conducido, dos bandas excelentes y dos cuadrillas caminando a la perfección, de la mano de ambos capataces, Antonio Cano y Luís Miguel Carrión. Un resultado óptimo para una cofradía que, año tras año, va elevando el nivel de expectativa entre quienes esperan con impaciencia y ansiedad, su retorno a la Trinidad, que pasa por ser uno de los momentos más brillantes de cada Semana Santa.

Ayuda, indiscutiblemente, contar con dos formaciones musicales que son una auténtica referencia en el universo cofrade. Pasión de Linares es una agrupación musical de otro planeta, que por fin han descubierto en Sevilla, con un repertorio que lo abarca todo, una calidad incontestable y una perfección en la interpretación que en ocasiones hace pensar que se está escuchando una grabación discográfica en lugar de una banda en directo. El grado de compenetración que la formación linarense ha logrado alcanzar con la cuadrilla que dirige Cano, en tan poco tiempo, es digno de todo elogio y habla muy bien de una cuadrilla costalera que lleva años realizando un trabajo encomiable.

Lo de Tubamirum son palabras mayores. Una banda de música que derrocha una calidad excepcional en todas y cada una de sus actuaciones y que demuestra una asombrosa versatilidad. Una banda de altos vuelos a la altura de las más importantes del género que evolucionado en los últimos años de un modo que obliga quitarse el sombrero y otorgarle el merecido reconocimiento. La elegante interpretación de “Lirio de la Trinidad” en la Plaza del Triunfo fue buena muestra de ello. Un momento para recordar. Una banda excepcional para una cuadrilla mandada por un capataz excepcional. Luis Miguel Carrión convierte en perfección todo lo que toca, y con el palio de la dolorosa trinitaria no iba a ser menos. Elegir a Curro como capataz es apostar siempre a caballo ganador.

El resultado, como no podía ser de otro modo, es magnífico. La guinda perfecta para otra cofradía que, como ocurre con la Sentencia, busca la excelencia, y está muy cerca de alcanzarla. Mención aparte merece la espectacular estética que la hermandad está confirmando para su paso de palio, que se está convirtiendo, paulatinamente, en una auténtica joya. El nuevo manto de la bella dolorosa de Antonio Salto es sencillamente impresionante. Ante su visión solo queda dejar volar la imaginación para soñar con la imagen del paso de palio completamente terminado y abandonarse al éxtasis.

El Císter es una cofradía que jamás defrauda. Probablemente porque tiene un estilo perfectamente definido desde hace muchos años, sin estridencias, sin experimentos, sin giros copernicanos al capricho del dirigente de turno. Los sucesivos máximos responsables de la hermandad cisterciense parecen haber nacido para formar parte de su Junta de Gobierno. Cofrades conscientes de la importancia del tesoro heredado y, sobre todo, de lo fundamental que resulta conservar la esencia de una cofradía. De ahí que cualquier cofrade que acude, cada Martes Santo, a la abarrotada plaza de Capuchinos, para ver salir el cortejo de esta hermandad, que cuida especialmente la figura del nazareno, sepa exactamente lo que va a encontrar: sobriedad, elegancia y distinción. Condiciones no tan generalizadas en otras cofradías cordobesas, pero que en la Hermandad de la Sangre son señas de identidad.

A pesar de que la revirá a la altura del palquillo de entrada en Carrera Oficial fue mejorable -hasta el mejor escribano echa un borrón-, es un lujo con mayúsculas contemplar desenvolverse al misterio de Jesús de la Sangre, perfectamente mimetizado con el repertorio clásico que ha brindado para la cofradía cordobesa la Banda de cornetas y tambores del Cautivo de Málaga, una de las referencias musicales de la capital de la Costa del Sol, que ha demostrado, junto con Pasión de Linares, ser una de las mejores formaciones musicales de cuantas pisan Córdoba. Especialmente destacable fue el transcurrir por la Plaza del Triunfo cargado de un notable clasicismo y extremadamente llamativa la disposición del Señor con las manos en la espalda. Una imagen que ya lució en el Vía Crucis del pasado Viernes de Dolores y que, tal y como anticipamos entonces, ha vuelto a repetir este Martes Santo. Todo un acierto que esperemos se convierta en habitual.

Soberbio fue igualmente el discurrir por este punto del paso de palio de la Reina de los Ángeles, acompañado magistralmente por la Banda de música de María Santísima de la Esperanza, con una elegancia y una dulzura -¡cómo se nota la mano del capataz Juan Carlos Vidal!- que fue la comidilla en los palcos que se reparten por los primeros metros de la Carrera Oficial y que se meció al compás de un incomparable y cuidado repertorio, interpretado de manera exquisita por la Banda de la Esperanza, de un nivel difícilmente alcanzable para otras formaciones musicales. La entrada del palio en carrera oficial fue soberbia y la interpretación de “Ángeles del Cister” en la Plaza del Triunfo, una delicia.

Un edificante conglomerado de sensaciones y emociones a flor de piel que han conformado un Martes Santo que ha enamorado a una Córdoba que ha claudicado a la insultante realidad de unas cofradías que demuestran una pujanza incuestionable y que se ha dejado llevar, ilusionada, por la imagen de ver preñar sus calles a estas cinco cofradías que se están construyendo poco a poco ante la mirada de los habitantes de la ciudad, siendo participes de un crecimiento indiscutible que está convirtiendo al Martes Santo en una verdadera maravilla.