Portada, Sevilla

La crónica | Viernes de Dolores, pórtico de la Semana Santa

La jornada se corona como día grande en la ciudad

Día de estrenos por la ciudad que en primavera alumbra un nuevo renacer. Desde los barrios hasta el centro, el futuro más presente y el ayer más inmediato se dieron la mano en un Viernes de Dolores donde las bullas hicieron acto de presencia aprovechando las buenas temperaturas que continuarán en los próximos días. La primera cofradía reunión más de novecientos nazarenos.

En Pino Montano volvió a vivirse un viernes festivo con numeroso público que esperaba la salida de Nuestro Padre Jesús de Nazaret y María Santísima del Amor. La corporación contó con la presencia de María Pilar Llop, ministra de Justicia, quien compartió espacio con Saiz Meneses, arzobispo de la ciudad, y Antonio Muñoz, el actual alcalde. Durante el recorrido de la corporación se vivieron emotivos instantes como la levantá que recordó a los hermanos fallecidos y a Carlos Amigo Vallejo. También quedará en el recuerdo la visita al centro de salud del barrio, al que acudieron tras modificar este año el recorrido. La dolorosa, ataviada por Grande de León, cumplía 25 años y la casualidad quiso que las últimas horas de su recorrido coincidieran con el 1 de abril, día en el que fue bendecida.

El asentamiento del Viernes de Dolores se notó también en Heliópolis. La Misión, acompañada musicalmente por las Cigarreras, visitó el Hospital Virgen del Rocío para después continuar por su barrio de avenidas grandes, acompañada por multitud de vecinos que, a pesar de las altas temperaturas, acompañaron al único paso de la cofradía, con un llamativo monte de flores moradas.

En Bellavista, el público volvió a congregarse en la parroquia del Sagrado Corazón. Junto a esta, una gran carpa anunciaba a los vecinos desde hace días que desde allí saldrían los titulares del Dulce Nombre. A pesar de los cambios, todo permanece igual en la periferia. El anterior templo, que fue derribado para construir uno de mayores dimensiones, quedó suspendido tras la crisis del coronavirus. Hay quien sueña con que vuelva a hacerse realidad lo que algunos consideran ya utopía. Aun así, volvieron a repetirse estampas de antaño, como la petalá a la Virgen en la calle Almenas o la saeta de Antonio del Molío en la calle Roque Barcia.

La tarde se hizo noche en un suspiro. Desde los Salesianos salía por segundo año consecutivo el crucificado de Pasión y Muerte, en esta ocasión con corona de espinas. Recogimiento en un viernes que en el centro de la ciudad encuentra a Jesús cargando con la cruz, transitando por las estrechas calles de la judería y con los cánticos de la coral que otorgan mayor solemnidad a una cofradía que cada año se afana en cuidar hasta el mínimo detalle.

En el Polígono Sur y en Rochelambert, dos agrupaciones que van encontrándose un hueco en sus respectivos barrios. Tras la aprobación de las reglas, el próximo año en Polígono Sur asomarán los primeros nazarenos, un capítulo que pronto se hará realidad en uno de los barrios más deprimidos de la ciudad. En la parroquia de San Luis y San Fernando pudo visitarse el paso desde esta mañana. Por la tarde, el Cristo de la Paz, clavado en la cruz, erizó la piel de Nuestra Señora de la Misericordia, San Juan y Santa María Magdalena, quienes contemplaron los últimos instantes de Jesús. Sevilla, sin embargo, comienza a acariciar los primeros de sus días grandes.