El Lunes Santo partido en dos
Desde hace dos semanas antes de que comenzara la Semana Santa el agua aparecía en todos los portales meteorológicos. ¿Cómo es posible que se barajasen partes que ofrecían un porcentaje ínfimo de lluvia el mismo Lunes? Cofradías tan lejanas al centro como el Polígono, San Gonzalo o Santa Genoveva se echaron a la calle teniendo que refugiarse ante la llegada de las precipitaciones. A las Aguas le sucedió igual, entrando en la Magdalena. Pero el Lunes tuvo otros momentos llamativos como la negativa de Santa Marta de no salir habiéndolo afirmado media hora antes y el regreso de la Vera Cruz con el Lignum Crucis apenas este asomó a la calle. Más cautas fueron las Penas de San Vicente y el Museo. No pasó desapercibido entre el público una pregunta que se escuchó en reiterados enclaves, ¿cómo es posible que no tuvieron plástico para los mantos en San Gonzalo ni en las Aguas?

Un Miércoles perdido en la noche
Todavía no había pasado la cofradía de los Panaderos por los palcos y ya desde la plaza del Salvador hasta Orfila esperaba una multitud que tristemente viene a ser la misma que habitaba estos espacios antes de la pandemia. Jóvenes apostados en sillitas y en el suelo, que comiendo pipas dejan un auténtico camino de penitencia a los nazarenos. Uno pierde la cuenta de cuándo fue la última vez que contempló esta entrada y no hubo sobresaltos.
En la plaza del Salvador no fueron pocos los que trataron de pasar hacia la Alfalfa y se encontraba con la oposición de los allí apostados, que ni siquiera se levantaban para dejar paso a los demás. Fue agobiante e incluso se vivieron algunos momentos de tensión entre quienes tan solo quiere cruzar y los que creen que la calle les pertenece y no están dispuestos a dejar que nadie pueda hacer uso de la vía pública.
Frente a la entrada de los Panaderos, no muy lejos de allí, podía encontrarse la antítesis. El Cristo de Burgos y Madre de Dios de la Palma llegaron a una plaza abarrotada antes de entrar en San Pedro. Mutismo en un lugar que antes contaba con menor público y que el pasado Miércoles presentaba un lleno absoluto. Eso sí, también de inmenso respeto.
Pero los Panaderos dejó también una de esas estampas que quedarán en los anales de la Semana Santa. Llegó a la Campana -casi una hora más tarde- y una lluvia de pétalos negros en recuerdo de todas las víctimas de la pandemia levantó aplausos en cada esquina.
Jueves de antaño
Se rescataron estampas que creíamos olvidadas como la Virgen del Valle sin palio. Esta vez las estrellas sobre el terciopelo pasaron a reflejarse desde el firmamento. La jornada, como llevaba sucediendo desde el Domingo de Ramos, contó con retrasos, en un día pletórico que inundó de nazarenos blancos la ronda y que dejó ausencia de público en los Remedios con las Cigarreras. La Virgen de la Victoria, una de las grandes dolorosas repartió clasicismo a partes iguales, con un palio de cajón que puede contener todo el universo. El Nazareno de Pasión, con la túnica bordada, fue otra de las imágenes de este año. Y Santa Catalina por fin alumbró la salida de la Exaltación, con la Virgen de las Lágrimas sublime.

La Madrugada es cosa de jóvenes
Aunque contó con numeroso público desde los años en los que las carreritas fueron protagonistas los mayores prefieren madrugar en vez de pasar una noche donde los jóvenes toman las calles independientemente de que los bares y restaurantes cierren. Se pudo ver la noche del Jueves Santo cómo grupos de muchachos llegaban al centro con bolsas llenas de bebidas como quien va a un cumpleaños. Pasión entraba en el Salvador con la plaza apagada y el silencio de sus nazarenos era el extremo de una delgada línea que terminaba -o comenzaba, según se mire- con un público irrespetuoso, donde las risas y las voces eran la tónica dominante. Pero también hubo lugares para el recogimiento. El Silencio por San Andrés en una calle desierta que invitaba a la oración fue buen ejemplo de ello.
Aunque hubo conatos de carreritas en el centro nadie les siguió el juego. Quizá la sobriedad provocó tal respuesta. Quién sabe qué habría pasado si hubiera habido algunos jóvenes bebiendo por allí cerca. Pero el cierre de bares también mostró la otra cara de la moneda. Cuando la Virgen de las Angustias pasaba pro la avenida de la Constitución y el sol hacía acto de presencia en el centro el hedor de las calles aledañas era insoportable. Hasta colas pudieron verse en algunos contenedores cercanos para orinar.
