Los que estuvimos a las cinco de la tarde alrededor del convento de Jesús Nazareno, este Jueves Santo, no pudimos sino alegrarnos de ser testigos de la salida de dos imágenes inigualables a las calles de Córdoba. Pudimos solazarnos con el detalle que la Hermandad tuvo con los residentes de la residencia del mismo nombre. Los dos pasos de la cofradía interrumpieron su marcha y viraron hacia aquellas personas que más necesitan del consuelo de “ambos Nazarenos”, personas que son el motor viviente de una congregación (la de Jesús Nazareno) hecha uno con el barrio donde tiene su casa. Entre San Agustín, San Lorenzo, y el Buen Suceso tiene pues la hermandad una misión insoslayable, como heredera de una historia casi inmemorial, dar culto a Nuestro Padre Jesús Nazareno y su bendita Madre.
Sabemos que es una obligación gratificante para los hermanos de la cofradía, señorial y señera, pero que también puede tornarse en una importante carga, en días como hoy en que el brillo de la corporación no es el de otras eras; y la seriedad como el buen gusto son valores demode; conservar el patrimonio atesorado por siglos de historia puede ser en momentos puntuales una cuestión a la que echarle muchas horas de esfuerzo, compromiso, saber hacer y sapiencia.
De quién son unas imágenes, y no nos referimos a la propiedad material; sino a la que otorga la querencia, el fervor, y las oraciones de rodillas en una capilla; desde luego de los hermanos de una cofradía, pero también, como las patrias; las cofradías no dejan de serlo aunque sean espirituales; de los que los precedieron y de los que vendrán. Las imágenes, el patrimonio, es un legado para la eternidad, y más cuando son de una belleza y un valor artístico como los de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. No creemos que sean de lo que algunos llaman pueblo, y se comporta como populacho, o al menos no de este pueblo ignorante, ruidoso y descuidado hasta la falta de educación; pero si de los que fuera de la cofradía aman y oran a la estampa de unos titulares como casi ningunos en Córdoba
Por eso nos dolió a muchos la situación de un cortejo que a media tarde habíamos visto en la calle y que en la vuelta a su templo vivió una situación muy comprometida. La Estación de Penitencia es una forma de culto que hay que realizar con la mayor dignidad posible. Y ésto falla cuando dos imágenes singulares por su historia y belleza, por su significación, y el legado que representan eran casi arrastradas por el firme de unas calles que parecían estrecharse para no contemplar lo que estaba sucediendo; nos dolió ver unos pasos que se bamboleaban sin ton ni son, o ningún rasgo de simetría a golpe de desacoplados pasos, y donde el pundonor que se derrochaba no alcanzaba el objetivo de una puesta en escena solvente y necesaria, quizás por falta de dirección, de la ausencia de una cuadrilla experimentada de costaleros, o por el mínimo de un número suficiente de efectivos. Pero el resultado fue de los que impresionan negativamente a propios y extraños, y no debería volver a repetirse nunca
Son los hermanos de la cofradía los que deben tomar cartas en el asunto y mejorar lo que deba mejorarse, lo que señalamos no es un ataque a la cofradía, no busque nadie el enemigo fuera, es la constatación de un hecho del que mejor no hubiéramos sido testigos por doloroso y triste.