El run run recurrente sobre diversos personajes y temas, que se suceden como el movimiento de una noria en el mundo cofrade, es algo habitual. Los rumores, las noticias a medias, o simplemente los globos sonda lanzados por intereses propios vienen y se van, sin que nadie les preste verdadera atención, el cofrade veterano sabe que son como la mala hierba, crecen donde menos se espera. Últimamente, sin embargo, todo esto ha subido un nivel, y hay quienes quieren encarnar el papel de aprendiz de brujo, o hacedor en la sombra, sin reparar que en el valle del Guadalquivir el sol aprieta y deja poco espacio para los claroscuros.
Las cofradías nacen con el Concilio de Trento, su actividad pasionista con procesiones no se entiende sin el aval de ese concilio magno que buscaba evangelizar y lograr que el hombre expíe sus pecados. Es a partir de ese acontecimiento cuando las cofradías, las primeras las de la Vera Cruz, son acompañadas por Dolorosas, y elementos como los palios, las bandas de música, o las flores, todo esto enmarcado en una simbología muy acorde con los dictámenes del concilio y el rito establecido como Misa Tridentina. Es importante destacar todo esto, porque es necesario, cuando parece perderse el norte, recordar lo más obvio: de dónde venimos
Es en el Siglo XVIII por medio del despotismo ilustrado que ejercía, el que la historiografía modernista llama sin pudor el mejor rey de España, Carlos III cuando se intenta por primera vez cercenar la religiosidad popular y someter a las hermandades y cofradías, se dictan varias leyes prohibiendo diversos usos y maneras establecidos secularmente, quedando por ejemplo prohibidas las procesiones por la noche, con la salvedad de la Vera Cruz que podía contar con un privilegio papal para procesionar la noche del Jueves al Viernes santos… otro dato determinante para entender por qué hacemos las cosas.
El run run y los aprendices de brujo están bien como divertimento frívolo, pero no ayudan a consolidar lo que, quiérase o no, es una conmemoración doble: el de la pasión y muerte de nuestro Señor, y el de las tradiciones legadas por nuestros antepasados. Poco ayudan las cartas sacadas debajo de la mesa, aunque sean regadas con las promesas de un partido político que se arroga el derecho a hablar como portavoz de un movimiento, el cofrade, que tiene la suficiente fuerza y autonomía para lograr sus fines sin injerencias. Como poco ayuda abanderar desde medios clericales causas que atañen a un movimiento dentro de la Iglesia, pero constituido por y para los laicos.
Que en tiempos de populismos los máximos responsables del mundo cofrade pongan los puntos sobre las íes, con responsabilidad y seriedad es para congratularnos todos. La Semana Santa cofrade tiene futuro, pero ha de ser el que quieran los cofrades, siempre coherentes con las tradiciones de los ciudades y pueblos de Andalucía y de España y alejada de populismos e intereses políticos, de medios de comunicación, y desde luego comerciales.