El tiempo empieza a pararse en el reloj de la pasión, en el minutero de la fe y en la aguja suave de la nostalgia.
Las calles, las iglesias y hasta las espadañas proclaman ya claramente que el Hijo de Dios recorrerá sus rincones en menos de 30 días.
Y en los templos, epicentro del espectáculo prodigioso del que seremos protagonistas, ya se preparan con mimo las procesionales de nuestros Cristos y Vírgenes.
Concretamente, durante estas últimas jornadas las priostías de la mayoría de las hermandades se afanan por preparar los pasos de palio, elevando sobre la mesa de las andas desde candeleros, a varales o peanas.
Pero observando los detalles de este laborioso ritual, queda patente el descuido de algunos priostes a la hora de presentar estas joyas que se elevan imponentes en las naves de los templos.
Este gran fallo consiste en montar el palio sin ocultar las zonas del paso en las que se intuye el esqueleto y estructura del mismo, como son los faldones y respiraderos.
De entrada puede parecer una insignificancia, pero para una ciudad que se jacta de su manera especial de preparar los actos y tradiciones más hermosas que se viven en ella, supone casi un pecado cuaresmal.
Los palios y misterios deben exhibirse en las iglesias con todo su esplendor desde el momento en que son trasladados, colocándose junto a las bambalinas y el techo de palio los faldones y respiraderos que aportan una prestancia y empaque exquisitos.
Y no nos llamemos a error. Se trata de presentar un paso dignamente, que no es lo mismo que acabarlo deprisa y corriendo sobre la marcha.
Es comprensible que sobre todo los palios de nuestra semana grande necesiten de un montaje paulatino de varias jornadas, por supuesto.

Pero sería conveniente que todas las priostías tomaran de ejemplo a hermandades como las Cigarreras, que en la mañana de este pasado Jueves regalaba la Imagen de su palio perfectamente ubicado y presentado en el presbiterio de la Capilla de la Fábrica de Tabacos, sin significar con ello que su montaje estuviera terminado.
Ése el culmen de la medida y el equilibrio, algo que caracteriza a Sevilla y su Semana Santa, y que se aleja poderosamente de estas imágenes que se han visto en las iglesias con pasos montados en su parte superior y con la parihuela totalmente al descubierto en el exterior.
Y desde aquí va mi invitación a los priostes de nuestras cofradías para que, en la medida de lo posible, evitan esas estampas poco decorosas que no aportan nada a la Cuaresma, y sí echan por tierra la fisonomía del paso en su cenit, de esa catedral andante llenará de esplendor la capital del Guadalquivir en pocas semanas.