La vara del pertiguero, Opinión

Suena la trompa intrépida

Don Demetrio Fernández, titular de la cátedra de Osio, se unió nuevamente en estos días a las voces que reclamaban mayor y mejor normalidad. Y como si se tratase de una andanada, la Paloma de Capuchinos se asomará a su plaza y la Divina Pastora de Fernández Guerrero tomará las calles cordobesas este mismo mes. Suena la trompa intrépida, como en aquel famoso dúo de I puritani, llamando a sus cofrades. Parece que la hora está próxima y que las quejas de justicia están llegando a buen puerto.

No obstante, la prudencia sigue guiando firmemente nuestros pasos. Las futuras manifestaciones públicas de fe deberán adaptarse a las circunstancias. De este modo, no oiremos ni el racheo de los pies ni el crepitar de la plata al alzarse sobre los valientes cuellos de los hermanos costaleros. Un sacrificio necesario, pero temporal, como otros tantos que no olvidamos y que anhelamos recuperar lo antes posible.Sin embargo, aun queda por ver que deparará todo esto. Si bien muchos ansían más libertad en su día a día, cabe esperar una oleada de reacciones críticas con respecto a esta decisión gubernamental. Seamos sinceros, habrá quien considere el retorno de las cofradías a la vía pública como una osadía. Algunos clamarán muy alto —ojalá me equivoque— y tacharán la decisión de imprudente y temeraria. Aducirán el miedo a la enfermedad y el peligro de nuevos contagios. Se alarmarán ante las posibles aglomeraciones que se formen en las calles, pese a que dichas aglomeraciones ya se forman con los botellones. Habrá fuertes críticas y temores enquistados.

Y tendrán razón, aunque solo en parte. Todo dependerá de nosotros mismos y de nuestro empeño. En otras palabras, la mejor manera de acallar las voces tremendistas será mediante la cautela y nuestro saber estar, algo que de sobra poseemos. Si actuamos con buen juicio, lo que hoy se ha conseguido continuará expandiéndose hasta alcanzar su plena realización pública, ya sin restricciones y sin miedos. Pero hemos de hacer las cosas bien, evitando el exceso y la irresponsabilidad, incluso si nuestros corazones nos piden lo contrario.

Poco a poco y con tiento, como si levantáramos todo el peso de este triunfo a pulso aliviao. Al igual que nuestros hermanos costaleros, hemos de llevar este barco con mimo y delicadeza, sin prisa pero sin pausa, siempre de frente. Los pasitos atrás están vetados de momento, si bien llegarán con toda la pompa y circunstancia que merecen. Cada uno tenemos ya el trabajo asignado y no hay excusa válida para no cumplir con la obligación que nuestra fe de hermanos en Cristo nos exige.

Suena la trompa con alegría y penitencia, siguiendo los cadenciosos sones de fiesta y recogimiento. Aunque todavía no está todo dicho, la ilusión nos embarga y la nostalgia nos invita a tener esperanza. Ahora solo queda esperar que septiembre ande su camino y nos abra las puertas del retorno.