«La más notable, quizás, de las figuras que produjo su habilísimo cincel es la del Jesús […] que hoy posee la hermandad llamada de la Pasión, y que excede al elogio más alto que de ella se haga. […] Toda la figura en sí resulta tan artística, tan humana, tan perfectamente concluida, y tiene rasgos tan llenos de inspiración, que es imposible contemplarla sin sentir algo, que conmueve y llega al corazón. ¡Lástima grande que tan hermosa figura se vea cubierta hoy por un ropaje de terciopelo lleno de costosos bordados y lentejuelas, que es verdaderamente antiestético y un ridículo a anacronismo!». Estas palabras corresponden a Manuel Chaves, recogidas en su obra “Páginas sevillanas”, de 1894. Se demuestra así que el debate sobre las túnicas bordadas o lisas es un monotema recurrente cada cierto tiempo en nuestras cofradías.
La elección de una u otra tiene ya en la obra de fray Tomás de Ledesma un referente a la hora de decantarse por una en concreto. Un tema más que antiguo que siempre ha contado con defensores y detractores.
Ahora, han surgido voces que piden la vuelta de las túnicas bordadas. Recuperaciones de piezas desaparecidas, como la de Nuestro Padre Jesús de la Salud, dan buena cuenta de que parece ser tiempo de túnicas bordadas. Ya levantó expectación en aquel Vía Crucis del Año de la Fe que truncó la lluvia con el Nazareno de Pasión esperando en una segunda catedral que es El Salvador.
Hay una mirada hacia el pasado que también pretende recuperar el enjoyamiento de las dolorosas. Coronas cada vez con mayor presencia de collares o pecherines profusamente decorados que nos recuerdan a los años veinte del pasado siglo. Hoy duermen en los cajones centenares de pendientes, anillos o pulseras que fueron ofrecidas a las imágenes de María para que las luciera. Pero aquella moda pasó y lo que pudo ser el mantenimiento de una tradición acabó desapareciendo. ¿Y qué sucedió con las joyas? Algunas acabaron desapareciendo. Es lo que tiene abandonar a su suerte pequeñas obras de arte que durante lustros nadie rescató.
Hay túnicas bordadas que corrieron igual suerte. Acabaron siendo desechadas o reutilizadas en el mejor de los casos. Con ellas se hicieron nuevas piezas que vinieron a vestir incluso a imágenes que no portaban la original. Otras fueron destinadas a paños de altar, etc. En definitiva, para un uso distinto del que en un principio fueron concebidas. Esperemos que no corran la misma suerte las que ahora están proliferando con riquísimos bordados.