La vara del pertiguero, Opinión

¡A esta es!

Ya huele a incienso y aún no es sábado. Es más, hasta los costales parecen entreabrirse para la esperada cita. Desde Capuchinos hasta el Campo de la Verdad, a ambas orillas de nuestro Guadalquivir, florece la devoción a Nuestra Señora como Pastora de Almas y Rayo de Dolor en estos tiempos de costumbre. Ellas retomarán el camino que fue abierto por la Estrella en San Fernando y reafirmado por la Soledad desde su nueva parroquia franciscana. Dos signos maravillosos que muestran, una vez más, que las casualidades no existen y que hasta los acontecimientos más humildes tienen una lectura poética hermosísima; pues si la Estrella actuó de guía y la Soledad de compañera de camino, la Pastora será cuidadora de nuestros anhelos y el Rayo testimonio fulgurante de nuestro ánimo.

Escribir algo más sería superfluo y vano. Muchas veces, sobre todo en estos últimos años, hemos tenido que servirnos de distintos medios para transmitir el sentir cofrade que ardía en nuestro interior. Ahora, al menos durante el próximo sábado, podremos hacerlo como bien sabemos: a compás de cuatro por cuatro, con los metales y las maderas afinadas, los ciriales en alto y las dalmáticas bien planchadas, las flores reverdeciendo dentro de jarras de luna y las luminarias de cera dando color a las calles cordobesas. Es la lírica popular de lo sacro hecha materia y puesta a los ojos de cuantos quieran verla.

Ha costado llegar hasta aquí, pero aquí estamos. No sé vosotros, pero a mí se me escapa alguna lágrima cuando veo los viejos vídeos de Semana Santa y pienso que, Dios mediante, ese pasado tendrá pronto continuidad. Quizás sea descabellado hablar de lo que pueda ocurrir en marzo y en abril, pues los futuribles son siempre peligrosos; no obstante, ¿acaso el cofrade, como cristiano, no es a veces descabellado e iluso en un mundo que avanza a distinto paso y con valores contrarios? Nuestra forma de entender la vida tiene esa mala costumbre de ir contracorriente frente a las modas pasajeras o los caprichos caducos. Nos contentamos con tan poco y, sin embargo, en ocasiones cuesta tanto que nos lo den…

Cuando veáis a la Pastora y a la Virgen del Rayo, recordad cuántos días se han perdido en la nada y lo mucho que valen estos que vamos a disfrutar. Traed a la memoria a todas aquellas personas que se fueron, aunque sigan desde la baranda del cielo acompañándonos en cada chicotá. Aun más, entreved en cada esquina los rostros emocionados de los hermanos, sus sonrisas, sus lágrimas, sus miedos, sus esperanzas, y todo gesto de caridad unida al Padre por el Hijo en el Espíritu, sin duda por singular privilegio de Nuestra Señora en sendas advocaciones.

Será un nuevo triunfo, quizás otro más de los que han venido y vendrán; pero con sabor distinto a los de antes, ya que este ha esperado paciente y trémulo la ocasión propicia. Solo queda disfrutar uno a uno de los segundos que nos ofrezca, paladeándolos y atesorándolos en el corazón como joya irrepetible. Escribir más es superfluo y vano, dicho queda. Solo resta vivirlo.