La decisión oficiosa, a falta de la oficialidad que se materializará tras la celebración del puente de la Inmaculada, de suspender las salidas procesionales de la Semana Santa de Sevilla de 2021 -pese a que algunos se afanen en querer hacer creer que la decisión aún no está tomada- ha propiciado que se multipliquen las especulaciones en el resto de capitales andaluzas, más acerca de cuándo y cómo se producirá el anuncio indeseado, que sobre dudas de que la suspensión es inevitable. Así lo entienden y confirman todos los hermanos mayores consultados en privado por Gente de Paz, todos. Ninguno de ellos conserva en su fuero interno la más mínima esperanza de que haya procesiones al uso la próxima Semana Santa. Todos son conscientes de que la crisis sanitaria, con tercera ola o sin ella, se va a llevar por delante irremisiblemente la Semana Santa de 2021 -entiéndase las procesiones, para que nadie se enerve-.
Si bien hay prevista una reunión de los presidentes de los Consejos y Agrupaciones de Hermandades de las capitales de Andalucía para las próximas semanas, el problema sigue siendo el mismo: el público. Por mucho que se puedan implementar medidas de distanciamiento social entre hipotéticos cortejos o incluso renunciando a la figura del costalero, controlar las aglomeraciones del público solamente podría pasar por el aforamiento de calles y plazas, lo que propiciaría impedir el acceso libre del pueblo a cualquier manifestación pública desmontando la esencia misma en la que descansa una celebración como la de la Semana Santa, la evangelización, que difícilmente tendría sentido si estuviera privatizada para unos pocos.
Bajo esta premisa y pese a que en ciudades como Málaga o Huelva han abogado por esperar un poco más, el obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ya ha anticipado que la cosa pinta mal. Y es que, pese a que a principios de otoño aún se albergaban ciertas esperanzas, la crudeza con la que la segunda ola de la pandemia ha golpeado a la sociedad española ha difuminado cualquier atisbo de optimismo entre la población cofrade cuya mayor parte considera amortizada la próxima Semana Santa y espera con ansiedad que la distribución de la profética vacuna pueda permitir al menos recuperar el pulso cofrade de la mano de las glorias en la segunda mitad de 2021 aunque nadie eche las campanas al vuelo.
Sea como fuere, con decisión oficial o no, ni en el seno de las hermandades, ni en los órganos de representación de las mismas -agrupaciones o consejos-, ni en los ayuntamientos responsables últimos de autorizar salidas profesionales, ni la Junta de Andalucía, ni en la jerarquía eclesiástica, nadie baraja otra cosa que no sea la suspensión de la Semana Santa tal y como la concebimos en Andalucía y, en todo caso -y así se hará- la sustitución de las procesiones por otros eventos de mucha menor implicación social que permitan, como también anticipaba el obispo de Córdoba, «que la devoción al Señor y a su bendita Madre no decaiga sino que se refuerce en esta pandemia», por lo que todo el mundo coincide en que «alea iacta est», la suerte de la Semana Santa de 2021 está echada.