Dentro de las capas de estudio, para su conocimiento, que cubre lo que llamamos Semana Santa y que ésta irradia, uno de los más significativos es el artístico. Sin el componente estético que viene de la Edad Media y del Barroco no podríamos entender lo que un cofrade llama la Semana Grande
Es un componente artístico, que, sin lugar a duda, entronca con la cultura mediterranea y su Tradición, y es algo que se nos transmite cargado con una mochila indudablemente llena de un marco simbólico. Es más, podemos argumentar con toda la razón que sin los símbolos que están insertos en el lenguaje artístico de la Semana Santa su esencia queda permanentemente castrada.
Uno de los elementos que conforman ese campo artístico está el de la verosimilitud, entendiendo que hay un trato ficcional entre el conjunto de artistas que trabajan y operan para una procesión, o un acto cultual, por ejemplo y el fiel o devoto que también puede ser un espectador, pero nunca sólo eso en un intercambio ideal.
A continuación, podríamos citar otro elemento imprescindible que nos ayuda a entender como el símbolo actúa en el lenguaje artístico cofrade como es el de la vivificación. Estamos hablando de unas raíces que nos preguntan y retan desde una profundidad que va más allá de unos sones, una candelería o un determinado esquema de posiciones en un misterio y nos llaman a nuevas posibilidades desde la tradición de un pasado remoto que continua presente, que como en los mejores relatos de los mitos grecolatinos vuelve a nacer en primavera, como siempre y como ahora.
Es por supuesto un arte popular, definiendo esto como un arte del pueblo, lo que no significa en absoluto que sea un arte vulgar o exento de sofisticación, antes al contrario nuestros antepasados labriegos, clérigos o miembros de un gremio de artesanos podían discernir perfectamente el significado del más elaborado de los símbolos, sapiencia que ha hurtado la modernidad al hombre de su tiempo y no digamos ya al todavía más desnortado espécimen de la posmodernidad que niega todo rasgo de sacralidad en su devenir existencial y se conforma con lo meramente alegórico.
Sin cansar al lector, y abusando de este espacio que gentilmente nos dona graciosamente Gente de Paz, para nosotros el arte cofrade es un arte total en la medida que, como otras manifestaciones artísticas, opera o cine, no se puede entender sin el legado de varios milenios de tradición, que parecen perdidos ante el vaciamiento del mundo actual y que sin embargo la Semana Santa nos devuelve una y otra vez con una terquedad admirable
Es un arte que nos habla del tiempo fuera del tiempo y que por ende sólo puede ser llevado a la caricatura cuando se pretende instrumentalizar como catalizador económico, olvidando que como arte que nos arroja para llevarnos al centro es eminentemente metafísico, que no sólo impele a nuestros sentimientos, a ese terrible sentimentalismo de la sociedad actual, sino que dispone de una teoría intelectual completa y un concepto propio como filosofía estética.
Arte como desencadenante del pensar, y a partir de ahí operar y actuar. Ahí es nada.