Cruz de guía, Opinión

Cruz de guía | Fajardo y la odisea

Recientemente conocimos la noticia de la supresión de la calle Fajardo en los itinerarios de las hermandades malagueñas. Cuatro corporaciones tenían previsto su paso por dicha calle como medio para alcanzar Cisneros, preludio del inicio del Recorrido Oficial, de las cuales tres se han visto obligadas a modificar su paso ante la tesitura instaurada por el consistorio municipal malagueño con el correspondiente malestar originado en el seno de las cofradías afectadas.

Una problemática que ha desencadenado un mal menor, a vista de lo podía haber sido la ristra de calles suprimidas que hubieran seguido a Fajardo. Tal es el caso de la calle Nueva, cuyo destino podría haber sido muy similar a su predecesora ante una coyuntura que pide a gritos un plan de escape y ante la marabunta de personas que se acinan en el centro de la capital costasoleña y que claman, a su vez, por la no supresión de calles. Lo que sí es cierto es que la realidad ha superado a la ficción, pues toda esta serie de problemas han hecho estallar una guerra que parece no tener fin, y en la que hay muchos agentes inmiscuidos.

Por una parte, el papel del consistorio municipal y policía local como máximos garantes y responsables de la seguridad pasa por establecer un plan de movilidad que implique el mínimo perjuicio posible en el transcurso de las hermandades. Una auténtica utopía si tenemos en cuenta la multiplicación de visitas que cada año se producen en la capital sureña y que participan en la devastación de récords en el número de turistas, algo que hace casi inviable el movimiento de personas si sumamos los habitantes y curiosos que se desplazan a un centro de dimensiones ordinarias. A esto le podemos sumar el segundo agente involucrado, que no es otro que el de la hostelería.

Y es que es indudable que la hostelería configura un motor económico insustituible para cualquier ciudad, un modelo económico que provoca un movimiento de personas exorbitante y, a la vez, los mejores instantes que uno puede vivir tras el paso de una cofradía. La felicidad en estado puro con una caña en la mano si me lo permiten.

Sin embargo, la proliferación insaciable de establecimientos hosteleros alimentada por el continuo ascenso del turismo en una ciudad eminentemente turística, no ha hecho sino más que agravar la ya de por sí embarazosa situación de calles tomadas por decenas de veladores que reducen considerablemente el espacio transitable y cuya problemática ya ha derivado en enfrentamientos entre los integrantes de las hermandades y los trabajadores de la hostelería en pasadas ediciones de la Semana de Pasión. Un espinoso asunto en el que otro de los agentes involucrados, el pueblo, ve la susceptibilidad de ser solucionado por el consistorio local ante lo que podría provocar otra avalancha de críticas que son, también, proferidas contra el organismo de la Agrupación de Cofradías, último agente circunscrito en la problemático, haciendo de este el ente más vilipendiado de toda la sociedad malagueña.

Y se preguntarán, ¿qué tiene que ver la Agrupación de Cofradías en todo esto?. Complicado de desgajar. Lo que sí está claro es que los ataques infundados hacia una organización que no es ajena a las Cofradías, como creen algunos, han dejado entrever la demagogia que se ha instalado en algunos sectores que han aprovechado la oportunidad para arremeter contra un organismo respaldado por las propias hermandades. Quizás sean duras estas palabras, pero la realidad pesa y diferenciar entre cofradías y agrupación puede llevarnos a la idea errónea de considerar a esta última como una colectividad totalmente ajena a las corporaciones penitenciales. Algo que es equívoco y que refrenda esa ideática de que la Agrupación de Cofradías sigue siendo obra y gracia de las hermandades.

Más impertérrita es, aún, la posición del espectador, un león insaciable que casi siempre antepone los problemas a las virtudes, tal y como afirmaba un conocido pensador que defendía la pesquisa de que “el cerebro racional está diseñado para pensar en los problemas”. Y es verídico, y las redes sociales han contribuido a destapar los pensamientos ante vicisitudes que producen esos problemas, un reflejo que está teniendo su efecto en el mundo de las cofradías en general y en la sociedad cofrade en particular.

Y es que los problemas con respecto a la Semana Santa se han multiplicado en los últimos años debido al eco, en muchas ocasiones, que las redes sociales se hace de esos obstáculos. Unos obstáculos que han venido para quedarse en un mundo cada vez más globalizado y que parece haberse olvidado de que los problemas siempre existieron.