Cruz de guía, Opinión

Cruz de guía | La fragilidad de los binomios

Una vez calmadas las aguas de la vorágine que dejó el relente de una Semana Santa plena y llena de emociones, el territorio musical ha recogido el testigo de un tiempo que se prevé cargado de cambios, idas y vueltas en un orbe de lo más inestable.

Estoy refiriéndome, querido lector, a la fragilidad de la que adolecen hoy en día los binomios entre bandas y cofradías. Uniones que generan una sinergia en el seno de muchos cofrades y que sacuden brutalmente la mente de muchos aficionados al mundillo en el momento que son resquebrajados por diferencias irreconciliables, decisiones de cambios de estilo musical o cualquier otra razón de peso.

Un compendio de rupturas que poco tienen que ver con la unión que entes, tanto cofradías como bandas, mantenían durante lustros en favor de una estabilidad estilística que, en el mundo tan cambiante en el que estamos viviendo, poca cabida tiene. Y es que en esta era de las redes sociales y de la profesionalización y el enterismo se mira con lupa cada milímetro de ejecución en la calle, cualquier detalle es digno de análisis, cualquier solo mal efectuado, la más mínima desafinación puede servir como detonante de la tempestad que degenere en la ruptura de un compromiso contractual.

Así pues, en este tiempo de globalización sin medida en el que el prestigio está a la orden del día, las formaciones musicales se afanan por conseguir el mejor escaparate tras un duro camino, como si de un equipo de fútbol se tratase, recorrido hasta alcanzar acuerdos con hermandades de bulla, dejando atrás una gran estela de desvinculaciones y rupturas de contrato, a veces incomprensibles para la razón humana. Un fenómeno cada vez más extendido por los cuatro costados de nuestra comunidad y que muchas veces se vuelve en contra de las propias formaciones cuando han alcanzado un auge considerable y caen en declive ante un sálvese quién pueda de manual traducido en un éxodo masivo de componentes que al final terminan por valorar el camino más que el éxito.

Algo así, también, ocurre en las cofradías venidas arriba. Y es que en el momento que estas determinan merecer un nivel más alto de calidad musical y concurren en las famosas cribas de bandas que devienen en la elección de la más adecuada, a juicio de los responsables, ocurre el proceso contrario al referenciado anteriormente, aquel en el que las propias cofradías dejan de reconocer el trabajo para centrarse en el resultado. Y con esto no me refiero a que las hermandades tengan que conformarse con lo que tienen, sino que en gran cantidad de ocasiones los cambios de bandas motivados por un problema de calidad desencadenan otros que no existían, con la llegada de una banda más top, y que inmiscuyen a la propia corporación en una vorágine de fluctuaciones sin sentido por no tener en cuenta todos los factores que implican contratar una banda reconocida en el mundo de la música cofrade.

Son pocos los binomios que prosperan en este mundillo. A extramuros de Sevilla, se pueden contar con los dedos de las manos. Ejemplo de ello es el que conforma Pasión de Linares con el Gitano de Córdoba, que ha permanecido inalterable en los más de veinte años de unión. Una raza en peligro de extinción que denota la fragilidad de los acuerdos musicales en una vorágine que amenaza con convertir al mundo cofrade en el Sálvame Deluxe de la cristiandad.