Había en Sevilla una rivalidad, o al menos aparente rivalidad, tan histórica como absurda entre dos de las Hermandades más populares de la ciudad. Esperanza Macarena y Esperanza de Triana, Esperanza de Triana y Esperanza Macarena. Una confrontación surgida de la miserable esencia humana, y de la muy malentendida competitividad en el mundo de las cofradías. A decir más, dudo que el concepto competición debiera existir en el orbe cofrade en ninguna de las acepciones, pero ese es otro tema.
Lo cierto es que, afortunadamente, esa rivalidad entre los cofrades de una y otra orilla del río Guadalquivir se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo, quedando en la actualidad recluída en aquellos que, en esencia, poco entienden de Semana Santa, y que continúan concibiendo a las cofradías como un elemento más de competición social, en el que el objetivo es quedar por delante del contrario, a poder ser, pisándole. Gente que pertenece a dos grupos sociales bien diferenciados. O ignorantes, mayormente jóvenes que necesitan como el comer una buena dosis de formación católico-cofrade; o descerebrados, que poca solución tienen. Todo ello sin caer en la cuenta de que las sagradas imágenes, sean cristíferas o marianas, son meras representaciones de lo mismo: Jesús y su bendita Madre. En consecuencia, las diversas advocaciones no son más que puentes hacia la divinidad, caminos que escogemos los cofrades para entrar en comunicación con María o con Jesús.
Un hecho destacable en la historia reciente de nuestra Semana Santa fue, sin duda, la Madrugá hispalense del año 1995. Una situación que escapaba al control del ser humano, como lo es la lluvia, abrió la puerta a uno de los momentos más bellos que se recuerdan en la ciudad de la Torre del Oro. Así las cosas, sucedió que el palio de la Esperanza Macarena quedó resguardado en la catedral a expensas de que las inclemencias meteorológicas fueran favorables. Como es habitual, la Hermandad de la Esperanza de Triana pasa por carrera oficial después de la corporación de la Basílica. Por ello, se produjo la extraordinaria circunstancia de que mientras el palio de la Macarena esperaba en un lateral de la Catedral, la Esperanza de Triana llegaba a la puerta de Palos pero, poco antes de embocarla, la cuadrilla reviró la derecha alante y la izquierda atrás para presentarse ante la Macarena. Dos grandes devociones de Sevilla quedaron frente a frente en muy pocos metros, y miembros de ambas Cofradías cantaron la Salve. Un momento cargado de simbología con respecto al tema que venimos tratando. La supuesta rivalidad quedó pulverizada por la cordura y el espíritu cristiano de hermandad, en minúsculas. Dos palios, dos Esperanzas, pero una misma pasión y fe. Hay un comentario que ya es más tópico típico que otra cosa, que se pregunta retóricamente: ¿qué se dirían la Una a la Otra? La respuesta es fácil, no hay Una, ni hay Otra, son la misma. Así que seguramente lo que la Virgen María diría desde el cielo sería algo así como… “A ver si así aprenden”. Volvió a revirar la Esperanza de Triana, salió a la Plaza Virgen de los Reyes e, isntantes después, lo hizo la Esperanza Macarena, a la estela del palio trianero pero revirando en dirección contraria hacia calle Alemanes. Todo ello, como no podía ser de otra manera, ante el clamor popular de los cofrades que presenciaron un momento único e irrepetible hasta el momento.
Casi dos décadas después, un nuevo momento de unión entre la corporación macarena y la trianera se produjo. Esta vez, de mano de la música procesional. En la Madrugá del año 2013, se dio la magnífica circunstancia de que tras el palio de la Esperanza Macarena, en su discurrir por la sevillanísima calle Sierpes, sonó la marcha “La Esperanza de Triana” interpretada por el Carmen de Salteras, obra del maestro López Farfán, dedicada, como no podía ser de otra manera, a la Esperanza trianera. Especialmente bello es comprobar cómo se desliza el palio de la Macarena por la estrechez de la calle Sierpes a los sones de la elegante marcha de Farfán. Este hecho aislado resultaba, por sí mismo, bonito y simbólico. Pero si a ello se le añade que de aislado tenía poco, la magnificencia del momento aumenta exponencialmente. Y es que poco tiempo después el desbordante palio de la Esperanza de Triana enfilaba la Plaza de la Campana, nada más y nada menos, que con la marcha “Macarena” de Abel Moreno, ante la explosión de júbilo de los presentes. Dos de las marchas más emblemáticas de las dos Esperanzas de la Madrugá sevillana sonaron tras los palios, intercambiándose los pentagramas las dos corporaciones. La música procesional haciendo de nexo de unión entre los dos tronos de las Esperanzas, dando la misma lección catequética musical que la impartida en aquella Madrugá de 1996. No sabemos a ciencia cierta si fue un hecho ocurrido por cuenta del azar, o por el contrario fue algo magistralmente pactado por las dos Hermandades y sus respectivos diputados de bandas -como quien les escribe se aventuraría a afirmar-.
Tampoco es que importe demasiado la razón, sino que lo verdaderamente capital de esta historia es esa demostración de confraternidad entre dos Cofradías, como todas las demás entre sí, destinadas a entenderse, respetarse y amarse como hermanos. Lo unió la lluvia en 1996, lo unió la música en 2013, pero sobre todo, lo unió la Virgen María a través de su advocación de Esperanza. No importa si a un lado u otro del río, o si a un lado u otro del arco. Por mucho que se empeñen esos hooligans que se autodenominan cofrades y continúan batallando desde el aninomato que puede ofrecer Internet, no consequirán fragmentar ese sentimiento de hermandad. El sentimiento verde esperanza, que no todo el mundo entiende como es debido, es lo que ha de prevalecer en toda esta historia, más allá de escudos, colores, bandas o sedes canónicas. Lo dice uno con pleno conocimiento de causa: qué bonito es ser de la Esperanza, sin apellidos…