Miradas bajo el cubrerrostro, Opinión

Cuando lo extraordinario se convierte en lo ordinario

¡Cómo cambian los tiempos!, que diría alguno… ¡y lo que nos toca ver!, que diría otro…

Ya nada es como antes. Ya todo encuentra su propia justificación. Y si no se encuentra, se inventa.​

Qué tiempos aquéllos en que algo era digno de ser celebrado y ensalzado por su importancia y por su extraordinariedad, por su unicidad, por su lugar en la Historia de algo…

Qué tiempos aquéllos en que los hermanos de una Cofradía esperaban con ansía y a la vez con paciencia el transcurrir de los años hasta llegar al momento en el que el calendario te anunciaba una efemérides de una envergadura notoria (y real).

Estos tiempos que nos tocan vivir nos traen escenas nunca antes vistas, y la pérdida de otras escenas que, para los cofrades de cierta edad, eran familiares.

Ya no volveremos a ver la tan buscada escena por la televisión de nazarenos llorando, vestidos con su hábito y capirote bajo el brazo, mirando con ojos lacrimosos a sus Titulares, intentando encontrar consuelo y una explicación al por qué, precisamente ese día, el día de la salida procesional, Dios ha decidido que llueva… Ahora nos tendremos que acostumbrar a un nuevo escenario, en el que los nazarenos, igualmente vestidos con su hábito y con el capirote bajo el mismo brazo, se digan: “¡bueno, pues nos vemos aquí la semana que viene, a ver si hay más suerte…!”

Hay que ver lo que nos reímos en su momento con aquel episodio de El Palermaso en el que el Hermano Mayor, tras reunión del “Cabildo de Aguas”, y con un jarrillo de lata en la mano recogía el agua de la lluvia que se colaba por una gotera del templo. Ahora el guión de la escena variaría un poco, pues Antonio Garrido diría: “… pero vamos, que yo creo que salimos… Si no hoy, la semana que viene, o cuando sea… Pero que salir, salimos.”

Qué acertada ha sido la cuestión planteada en este medio hace unas horas, ante el “inusitado​ Risorgimento” que la vida cofradiera, que no cofrade, disfruta o padece en estos momentos.

Todo se queda reducido al impacto estético, a la aparición en los medios, pero… ¿realmente estamos catequizando?

Dirijamos nuestras miradas a ese ombligo propio que tan visto tenemos, y hagámonos una pregunta: ¿cuándo perdimos de vista la esencia y el alma de todo esto que llamamos Cofradías?