Hay veces que la vida te pide que pares; que detengas el paso frenético que llevamos día a día. Hace poco eso fue lo que. me pasó. Tras la publicación de una noticia me he dado cuenta que el ritmo tan acelerado que llevamos en nuestro quehacer diario nos hace ver la perspectiva de las cosas de una manera diferente, ni buena ni mala, sólo diferente.
Tras esa publicación quisiera pedir perdón por si se molestó a alguien, así ya se lo he comentado. No es mi forma de ser tirar la piedra y esconder la mano, ni hacer partícipes a otros de las cosas que yo escribo.
Ya lo dije la semana pasada, soy libre y esclava de mis palabras. Pues mirad, aquí el ejemplo. Yo fallé, yo rectifico. Ya lo he hecho por privado, pero quería hacerlo públicamente porque creo que es mi obligación y mi ética así me lo exige.
No soy de las personas que esconde la cabeza como las avestruces. Doy la cara para lo bueno y lo malo; y no soy peor por asumir que me he equivocado y pedir perdón. No tengo el ego por las nubes, como muchos otros.
No mentí en la publicación, sólo que, a los días me hicieron ver que no fue adecuado haberlo hecho público y, pesándolo fríamente, me di cuenta que me equivoqué. Nuevamente pido disculpas públicamente si en algo fallé.